Lydia Lozano

Ylenia Carrisi se acercó al Misisipi, dijo que su cuerpo pertenecía a las aguas y sin más se arrojó al río. Tiene su lógica. Lo raro es que uno vaya al río, diga que su cuerpo pertenece al agua y se vuelva al hotel.

Los padres se dividieron en dos: uno que sí y la otra que no, y eso acabó en divorcio. Fin de la historia. Sucedió a principios de 1994. Más de diez años después, Lydia Lozano, que es esa señora que llora en la tele, sorprendió a la humanidad con la exclusiva del siglo: Ylenia estaba viva, amancebada con un mafioso negro en Santo Domingo, montando a caballo y criando a dos primorosos mulatitos. Al Bano, padre de Ylenia se había presentado allí buscando a su niña y el mafioso lo había echado a punta de pistola. Ylenia iba a reaparecer públicamente para elevar a los altares a Lydia Lozano y los padres de la desaparecida llorarían de felicidad, y el mundo entero celebraría la noticia, y los seres buenos que pueblan la Tierra se abrazarían y reirían y bailarían unos con otros cantando canciones de amor y los leones se volverían herbívoros y todos tendríamos una cría de oso panda para que nos achuchara y nunca más nadie tendría que pasar hambre porque el imperio de la justicia y la paz se extendería por doquier.

Era todo mentira, claro, pues es sabido que nada de aquello sucedió ni sucederá jamás, pero aún así Lydia Lozano sigue en la tele, donde ahora cumple una función que nadie se había atrevido a cumplir: hacer pucheritos, echar lágrimas y mocos, pedir perdón y prometer siempre que es la última vez que lo hace. Trabaja haciendo eso y le pagan. En tiempos de zozobra, lo mejor que puede hacer uno es lo que hace Lydia: inventarse un nuevo puesto de trabajo y ser el único que se presente a cubrir la vacante. "Coño, Lydia, ¿a qué te dedicas?" "Pues ahí vamos, yo ahora saco un pañuelo, lloro en la tele y pido perdón".