lunes, 23 de abril de 2012

Una carta de Manuel Quiroga



Tenía el violinista Manuel Quiroga trece años, casi catorce, cuando escribió esta carta a su padre, que vivía en la casa familiar de Pontevedra. Llevaba Quiroga dos años viviendo en Madrid, donde cursaba estudios en el conservatorio y ya era el más prometedor niño prodigio que existía en aquellos tiempos en España y en el mundo entero.

En la carta, fechada a 1 de marzo de 1906, Quiroga se queja de los constantes cambios de residencia que ha sufrido desde su llegada a Madrid:
"(...) yo la verdad, chico, ya estoy aburrido de tanta casa de huéspedes y deseando ir a esa".
No tuvo suerte en eso el pequeño Quiroga. La nueva vivienda, a la que se estaba mudando el mismo día que escribió la carta, estaba situada en la calle de la Cruz, en el número 25, y estuvo en ella apenas no más de tres meses. Como curiosidad, apuntaremos que en ese mismo edificio tenía su sede la Sociedad Vasco-Navarra, que albergaba a su vez las oficinas del Atlético de Madrid, cuyo reglamento se firmó en noviembre de ese año.

El caso es que el 31 de mayo de 1906 Quiroga ya no estaba en la calle de la Cruz, pues sabemos que en esa fecha era vecino de Mateo Morral en el número 84 de la calle Mayor, quien desde el balcón contiguo al que ocupaba Quiroga fabricó y arrojó una bomba contra Alfonso XIII y Victoria Eugenia, atentado que presenció el violinista. Lo refiere el admirado Prudencio Landín en 'De mi viejo carnet' (segundo tomo), citando palabras del propio Quiroga:
"Tabique por medio -refiere Manolo- del cuarto en que yo daba mi lección de violín en Madrid, elaboró el trístemente célebre Morral la bomba que estalló al paso de los reyes en la calle Mayor el día de su boda. Desde el balcón de aquel cuarto presencié yo el paso de la comitiva. Como era pequeño, pues tendría doce años, me agaché para ver mejor entre los barrotes de balcón. A los pocos momentos explotaba la bomba y moría una señora que había pasado a ocupar el mismo sitio que yo acababa de dejar. ¡Un horror!"
Como vemos, se confunde Quiroga en la edad que tenía cuando el suceso, que debió contar a Landín muchos años después.

Curiosamente no fue Quiroga el único pontevedrés ilustre que pasó por ese edificio de la calle Mayor, famoso igualmente por la constante presencia de Julio Camba en sus tertulias. También Valle-Inclán debió conocerlo bien, pues en Luces de Bohemia sitúa ahí la tienda del librero Zaratustra.

Volviendo a la carta de Quiroga, es encantadora la frase final, a modo de posdata: "¡Es la pluma muy mala!"

Y los dibujos, claro. Llama poderosamente la atención lo que parece ser un bólido de carreras, el tercer dibujo de la segunda fila, con un diseño que tardaría décadas en inventarse.

La carta, cortesía de Milagros Bará-Viñas, regalo que guardo como un tesoro.

5 comentarios:

  1. Flipante lo bien que se lee en la pantalla de un ordenador, un siglo después.

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  2. Principalmente porque está muy bien conservada. La familia guarda centenares de cartas como esta. He tenido ocasión de verlas y están todas en un magnífico estado.

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  3. Es un placer leerte, Cota. Envidio y no sanamente la facilidad que tienes para acceder a archivos, cartas y eso, que entiendo que forma parte de tú trabajo, ¡pero hostias! eres una enciclopedia andante.
    Y cómo se nota que Manuel es profe, porque me resultó difícil leer la carta.

    Un abrazo

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  4. Gracias, Teresa. Se hace lo que se puede. ¿Te vienes mañana?

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  5. Gracias Rodrigo, una vez más.

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