martes, 22 de enero de 2013

PENSAMIENTOS




Por Manuel Pérez Lourido

Es la necedad que nos invade por todas partes lo que nos impide distinguir las churras de las merinas, qué digo: una simple oveja de cualquier lobo. Es la estupidez, la banalidad instalada en nuestro sistema operativo, que cortocircuita cualquier inicio de reflexión. Somos incapaces de juzgar lo que sucede delante de nuestras narices porque nuestras narices se han quedado sin olfato y solo nos sirven como vía de entrada de sustancias psicotrópicas, que se adueñan de nuestros últimos gramos de voluntad para convertirnos en marionetas con las que todo el mundo quiere jugar. Nos encanta que jueguen con nosotros, entrar en el juego al que juegan todos, escupir a la pared después y sentirnos víctimas de un entramado que no podemos desenredar.

Ejercer de persona en un mundo impersonal se percibe como demasiado complicado y se renuncia a ese derecho antes de caer en la cuenta de que se trata de un deber. Los más osados, llevados por impulsos aún no marchitos de su sangre joven, se atreven a formular en voz alta ecuaciones donde el sentido común encuentra resolución a los problemas planteados, pero todos los demás nos damos cuentas de que rodarían demasiadas cabezas de demasiados criminales demasiado importantes. Es un crimen construir una sociedad que aliena y esclaviza, que transmite el veneno de la codicia porque es de lo que se nutre su vientre hipócrita y mezquino.

La foto tipo del ciudadano medio en la mitad de su vida nos lo podría mostrar aposentado en un sofá mirando el aparatejo con una cerveza en la mano y un platito con ganchitos encima de una mesita. El botón del pantalón desabrochado, por supuesto, y aflojado el cinturón. La ingesta del calórico aperitivo acompaña a la de las imágenes que vomita el aparatejo, a las que opone un ritmo mental lindante con el encefalograma plano.

Tal vez se quiera argumentar que esta es una visión sesgada y manipuladora de una realidad mucho más compleja. Bien, todo retrato lo es, puesto que hay que elegir un punto de vista. Hemos optado por el más desfavorable, es cierto, pero seguro que nada de lo que les ha sido mostrado les parece extravagante o ha sido la primera vez que observan las cosas bajo este prisma.


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