lunes, 12 de octubre de 2009

Lope de Montenegro y Pedro Madruga.




Lope de Montenegro era hijo de Tristán de Montenegro, aquel pobre estratega permanentemente derrotado por Pedro Madruga. Lope protagónizó uno de los sucesos más humillantes a que se vieron sometidos los enemigos del conde de Camiña. Pero en este caso, fue el propio Lope quien cometió el vergonzoso error.

El hecho es consignado por Vasco de Aponte y por Payo Veloso (o Beloso), capitán de Pedro Álvarez de Sotomayor (Madruga). Es curioso el relato de Veloso, que no consignó ninguna otra hazaña más que ésta a pesar de haber protagonizado unas cuantas. Quizás consideró, como nosotros, que la ridícula acción de Lopito merecía quedar reflejada como si de una crónica burlesca se tratara. El manuscrito de Veloso fue recogido por Gaspar Massó en su magna obra "Pedro Madruga de Sotomayor, Caudillo Feudal".

Un buen día del S. XV, Lope de Montenegro tuvo noticia de que su mayor enemigo, Pedro Madruga, se dirigía a Cangas. Lope de Montenegro tenía motivos para odiar a Madruga, responsable de la muerte de su padre Tristán de Montenegro y victorioso en cuantas batallas habían librado. Así, cogió a sus tropas y se dirigió a Cangas, con ánimo de sorprender al conde de Camiña (Madruga otra vez) y vengar de una vez por todas tantos años de afrentas y derrotas.

Mientras tanto, tras cargar en sus barcos parte del forraje que habían ido a buscar y recaudar sus impuestos, Pedro Álvarez de Sotomayor y su gente se disponían a disfrutar de un día de solaz, buena comida, descanso y playita en la bella villa de Cangas, famosa aun hoy por su solaz, buena comida, descanso y playita. Hoy, además de todo eso, Cangas es famosa por ser la capital gallega del Heavy Metal, pero esa es otra historia en la que acaso no nos adentraremos en un futuro.

La jornada de descanso prevista por Madruga, cuando se disponía a comer, se vio truncada  por la llegada de Lope de Montenegro.  Según Vasco de Aponte:

"Cuando más descuidado se disponía a refocilar tranquilamente el estómago con el sabroso plato dio sobre él Tristán de Montenegro con toda Pontevedra. Hurtóse don Pedro a la pelea."

Así fue. Al advertir la emboscada, Pedro Madruga se levantó de la mesa sin probar bocado, llamó apresuradamente a sus tropas a la retirada, embarcó y huyó del lugar. Dejó una parte del cargamento de forraje, todavía sin cargar, y un par de caballos que, con las prisas, quedaron olvidados en tierra.

Lopito de Montenegro consideró aquello como una gran victoria. A pesar de que no había alcanzado ni de lejos su objetivo de prender o asesinar al conde de Camiña, había conseguido hacerle huir. Eso era más de lo que había conseguido nadie por aquellas fechas. Encantado además con el exiguo botín, media carga de forraje y dos caballos, Lope de Montenegro se dispuso a celebrar la victoria. Entre grandes risotadas (suponemos) se comió con sus tropas el festín de Pedro Madruga e hizo aquello que preveía hacer el conde. Entregarse a una jornada de descanso. Suponía al conde de Camiña escapando a Portugal, su teatro de operaciones habitual.

Pero lo de Pedro Madruga no era ni mucho menos una retirada. Gaspar Massó recoge también el relato que hizo de los hechos Antonio Cerviño, de la Real Academia de la Historia:

"Y cuando Montenegro le creía camino de Portugal en vergonzosa huida, el de Sotomayor, andando toda la noche, apareció a la mañana siguiente a las puertas mismas de Pontevedra."

Los hechos se desarrollaron así: Pedro Madruga se dirigió a Vigo, donde montó rápdamente una pequeña armada. De ahí a Pontevedra. Mientras tanto, Lopito seguía de celebración en Cangas. Había dejado Pontevedra sin guarnición. La principal responsabilidad de Lope de Montenegro era precisamente la protección y defensa de la ciudad. Había heredado el cargo de su padre, y con él la ineptitud de Tristán de Montenegro, el papi de Lopito.

Pedro Madruga limitó su acción a unos ligeros destrozos, robó lo que pudo y tomó unos cuantos rehenes. Y no tomó la ciudad porque no le dio la gana. Siempre que la había querido la había tomado, pues el padre de Lope entregaba la plaza con gran ligereza.

Cuando Lope de Montenegro regresó se encontró con un mensaje de Pedro Madruga. Si quería recuperar a los rehenes, había de hacer entrega de un cuantioso rescate, por los gastos ocasionados a Madruga y las incomodidades que le había hecho pasar. El rescate fue para Pedro Madruga un buen negocio, pues recuperó con creces el forraje y los dos caballos que había abandonado en Cangas. Evidentemente, a Lopito se le cortaron las risotadas. Un Montenegro había quedado en ridículo, una vez más, ante la audacia de Pedro Madruga. Su padre Tristán sigue desde entonces revolviéndose en su tumba (Santo Domingo, Pontevedra).

Ésto nos demuestra que los grandes hombres están llamados a las grandes gestas. Los demás quedan expuestos a hacer el ridículo.

Ilustramos con el humillado escudo de los Montenegro.

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