martes, 17 de noviembre de 2009

El pontevedrés que asaltó a un esclavo.



No va a ser este uno de esos conciudadanos de los que nos podamos sentir orgullosos. El elemento del que toca hablar hoy se llamaba José Budiño y Fervenza. Poco sabemos de él, salvo lo que nos cuenta el "Boletín Oficial de la Capitanía General de la isla de Cuba". En 1863 el tipo fue liberado tras cumplir dos años de condena. Su delito, "asalto y robo de una onza de oro y cuatro reales al negro Ricardo". Ricardo era un esclavo, propiedad del hacendado Hilario González. El sueldo de un esclavo negro (los chinos cobraban menos), era de unas seis onzas de oro, como la que vemos arriba o parecida.

También es cierto que José Budiño, todo hay que decirlo, que robó a Ricardo una onza y cuatro reales, le habrá causado menos perjuicios que Hilario González, propietario de Ricardo, que le robaba todos los días, pero no por eso vamos a  perdonar a Budiño, pontevedrés que marchó a hacer las Américas y acabó asaltando a un esclavo. Hubiera sido más inteligente, más rentable para el asaltador y más justo para las tres partes que Budiño en lugar de asaltar a Ricardo hubiera elegido a Hilario como víctima, pero en fin, eso ya no tiene solución a estas alturas.

Tras salir de su cautiverio, Budiño decidió trasladarse a Macagua, y así lo hizo saber a las autoridades, como era preceptivo en la época y lugar. Pero Budiño nunca apareció por Macagua, por lo que la policía facilitó su descripción para ser vigilado en caso de que diera señales de vida. Así era nuestro asaltador de esclavos, tal como lo describió la policía:

"Es hijo de Benito y de Manuela, natural de Pontevedra, vecino de Regla, labrador, soltero, de 32 años de edad, estatura 5 pies, 2 pulgadas, color trigueño, cara cuadrada, boca grande, nariz afilada, ojos pardos, pelo castaño, cejas ídem, barba cerrada, una mancha de color achocolatada sobre el vientre."

Si alguien lo identifica, que haga el favor de dar cuenta a la Capitanía de la isla de Cuba. No olvides, en caso de encontrar a alguien que responda a la descripción anterior, verificar que tenga una mancha achocolatada sobre el vientre. Puedo asegurar, por mi experiencia en los últimos días, que la gente se muestra reacia a enseñar su vientre cuando es requerida para ello. De seis personas con las que lo intenté cinco se negaron en redondo y la última malinterpretó mis intenciones, desnudándose de cuerpo entero. Fue una situación tremendamente incómoda y desconcertante, lo juro, con toda aquella gente mirando.

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