domingo, 31 de enero de 2010

El Tubo de Mirar. Noveleta humorística. Capítulo VII.

El Tubo de Mirar.

Capítulo VII: Añoranzas del siglo XX. Primera Visión

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Al entrar en casa me sorprendí agradablemente. No se veían residuos por ningún lado y además de eso el bueno de Cancerbero había puesto orden en ella colocando cada cosa en su sitio y dejándolo todo limpio como una patena. A punto de darle un fuerte abrazo al vivíparo peludo encontré una nota en el salón que así rezaba: “Querido Eugenio: E hentrado con mi yave. Bine de visita con la mala suerte de no hencontrarte. E limpiado un poco. Educa a tu perro y toma ejemplo de mí, que hestoy reformada y por fin soi fiel a mi marido. Mamá hestá mui bien y te hembía saludos. Un veso de tu ermana que te qiere.”
-Sírvase algo, dulce Felicita- dije guardándome la nota en un bolsillo- hágalo con toda confianza. Tengo Crunchy Fruits por ahí y hay leche en la nevera. Por mi parte, si usted me disculpa voy a mi cuarto un minuto a rezar mis oraciones. Encienda la tele si quiere, o ponga música. Hay por ahí un disco de Augusto Algueró, si le gusta. No se preocupe por el volumen. Mi ayuda de cámara duerme como un tronco.
Me arrodillé junto a mi cama y pedí al Supremo que mi hermana no se hubiese cruzado con ninguno de mis vecinos durante su travesía por las escaleras del edificio. “¿Podrás en ese caso, mi Dios, confundir a mis vecinos y hacerles olvidar el encuentro?, es que les mentí sobre mi hermana por un asunto sin importancia de un tumor cerebral, y además estoy borracho pero me caes muy bien.”
Volví al salón. Ella estaba sentada en el sofá admirando mi lámina, una que representa a José Luis Rodríguez “el Puma” en posición de acecho.
-Qué grande era el Puma en sus buenos tiempos- dije- ¿sabe, Felicita?, me trae recuerdos del siglo XX. Algunas veces me pregunto qué fue del siglo XX, ¡cuántas añoranzas!, Churchill, Mohammed Alí, Dresde, Lubitscht, Arafat en la ONU, la revolución de los claveles, Tiburón, los hippies, King Kong, el evento de Tunguska, la Pasionaria, Kubrick, el Apartheid, el hijo de Lindberg, Lee Harvey Oswald...
-Ciertamente, Eugenio, fueron tiempos convul...
-... Jimmy Jones, Stalingrado, Coco Chanel, Brasilia, el accidente de Niki Lauda, Carlos Gardel, Margareth Thatcher, el Pacto de Varsovia, el cine sonoro, Benito Juárez, Clint Eastwood, Chappaquiddick, Hiroshima, Pink Floyd, Picasso, la foto del Che, Groucho Marx, el cuello Perkins, Paul New...
-Creo que sé a dónde quieres lle...
-...Paul Newman, Marilyn, los flequillos de The Beatles, el Dadá, Wallis Simspon, Chaplin, la ETA, Casablanca, Clemenceau, la autoayuda, el Pacto de Varsovia, el LSD, Cantinflas, Patton, Moshe Dayan, el Zippo, Albert Speer, Bruno Traven, Dalí, el Libro Guinness, Ayrton Senna, Mao, el disco de vinilo, los pantalones de campana, Ho Chi Min, la penicilina, el Kaiser, la minifalda, Fordlandia, Uri Geller, el PRI de México, Benny Hill, los rascacielos, Pelé, Greenpeace, Agatha Christie, Pancho Villa, Billy Wilder, la madre Teresa, Charles Manson, Stalin, Ramón Mercader, Rocky Marciano, la tracción delantera, las bombas de Palomares, la Talidomida, Cary Grant, el amor libre, Pinochet, el hundimiento del Titanic, Dani el Rojo, el Cristianismo Pop...
-¿El cristianismo pop?, no entiendo eso...
-...Maradona, el Concilio Vaticano II, el aire acondicionado, el video, la guitarra eléctrica, los hermanos de Groucho Marx, Einstein, Nixon, McDonald's, Rommel, Ciudadano Kane, Rodolfo Valentino, Auschwitz, la mafia, Ghandi, los anticonceptivos, los niños del Zar rapados, la OTAN, los punkies, Psicosis, Warhol, Katherine Hepburn, Israel, la descolonización, De Gaulle, Reagan, la revolución cubana, Kennedy, la caída del Muro de Berlín, los marcianos de Roswell, la Guerra Fría, la televisión, los fusiles Kalashnikov, la teología de la liberación, las luces de neón, Gulag, el Ford T, Rasputín, el senador McCarthy, la Guía Michelín, el sonido estereofónico, la virgen de Fátima, los Huston Oilers, Grease, el cinturón de seguridad, Capote, Eva Braun, Indira Ghandi, los bolígrafos Bic, el IRA, Hemingway en los Sanfermines, Batista, Sinatra, los relojes digitales, la Biblia de los gedeones, el merchandising, Gaudí, la Commonwealth, Bahía de Cochinos, la Harley-Davidson... ¿Felicita?, vaya, se ha quedado usted dormida.
Eché la culpa del sueño de Felicita al vino de la cena. No había resultado ser un vino de esos que le ponen a uno alegre y bailón, si no de los que adormecen.
Lejos de aprovechar la situación en mi beneficio, pues ya he dicho, Doctor Padín, que soy un caballero y estaba muy bebido y cansado, tapé a Felicita con unos periódicos viejos y me fui a mi cama.
Dormí plácidamente como es costumbre en una persona sin responsabilidades, gallarda y con la conciencia limpia. Por la mañana, no muy tarde, me despertaron unos ruidos. Me levanté y fui hacia el salón.
Felicita limpiaba cacas mientras reñía cariñosamente al caniche.
-¡No haga usted eso, mujer, por Dios!, el bueno de Cancerbero anda un poco nervioso estos días y al parecer ha perdido el dominio de sus esfínteres. Buenos días, Felicita, ¿ha dormido usted bien?.
-Bien, gracias, Eugenio. Estoy avergonzada, no sé cómo he podido quedarme dormida. Por favor, no lo interprete como un abuso de confianza.
-Oh, no se preocupe. Nunca antes una mujer se había quedado a dormir en mi casa, y ahora viene usted y fíjese, sin ser invitada, así que estoy encantado.
-En fin, Eugenio, tengo que irme.
-No sin desayunar, espero.
-Se lo agradezco de verdad, pero se me ha hecho tarde y no me encuentro cómoda con esta ropa.
-Adoro a los animales.
-Y yo. Hasta otro momento, Eugenio.
-Espere. Tiene usted que ver el Tubo de Mirar, ¿no es eso a lo que habíamos venido?.
Revolví el interior del cajón y extraje el Tubo.
-¿Es esto?- Felicita se reía de una manera franca y espontánea que a mí me pareció hiriente- ¿un tubo de cartón manchado de fresa?.
-Sí, es esto- contesté adusto- y no es fresa, es tomate.
-Sinceramente esperaba otra cosa.
-No se deje usted engañar por las apariencias. Con este maravilloso ingenio se ven cosas impensables. En cualquier caso es un prototipo que se mejorará en cuanto empecemos a fabricarlo en serie.
-¿Y cómo se usa?.
Yo le expliqué cómo debía colocar el Tubo de Mirar, siguiendo al pie de la letra las instrucciones que usted me escribiera.
-No veo nada, la verdad- la dulce Felicita hacía mohines de desencanto- ¿seguro que esto funciona?.
-Debería funcionar, aunque no se dan las mejores condiciones. Lo recomendable es montarlo sobre un trípode, al menos apoyarlo para evitar movimientos no deseados. Luego debe buscar con mucha paciencia. Es como buscar en un desierto. Mientras no aparezca la arena solo verá usted beduinos, creo.
-En fin- Felicita no había apartado aún la mirada- aquí no se ve nada. Ahora sí voy a tener que irme ¿sabe?, llego tarde a la oficina.
De pronto emitió un chillido agudo, el mismo que lanzan las mujeres en las películas mientras saltan a una silla cuando ven un ratón. Tal susto llevé yo también que acabamos los dos, los pobres, tumbados sobre el suelo, pálidos y con los ojos fuera de las órbitas.
-¿Qué ha pasado?- pregunté yo palpándome el cráneo en busca de sangre que no apareció, gracias a la Peregrina, a quien me había encomendado durante el breve trayecto que media, estando yo en pie, entre mi cabeza y el suelo, trayecto que emprendí insospechada y bruscamente ganándome así una hostia considerable.
-He visto algo- contestó Felicita una vez recompuesta- no sé, creo haber visto algo.
-¿Si?.
-Al menos eso me ha parecido.
-¿Qué ha visto?- ¿realmente el Tubo serviría para algo?, me preguntaba yo. Entiéndame, doctor, no es que desconfiara de usted antes de ese momento, pero yo me lo preguntaba en todo caso.
-No lo sé, ha sido solo durante una fracción de segundo, no estoy muy segura.
-¿Qué cree haber visto?, estoy en ascuas. Como comprenderá me interesa saberlo. Es mi tubo, señorita.
-Verá, yo estaba apuntando a esa..., esa cosa de ahí- señalaba mi mueble más preciado.
-Continúe, por favor.
-No sé... era algo muy raro.
-Descríbalo.
-Tenía muchas luces, parecía algo muy grande.
-No me ayuda usted mucho.
-Es que me da un poco de miedo decirlo. Estoy confundida.
-Pero diga usted algo, Felicita, ¿era como un OVNI, como un monstruo?, ¿ha visto usted a Satanás?.
-No, hombre, era como...
-Diga.
-Prométame que no se reirá.
-Lo prometo.
-Era una ciudad. Una ciudad inmensa.
-¿Una ciudad inmensa en mi mueble?.
-No estaba apuntando hacia ningún mueble. Apuntaba a esa cosa de ahí.
-Esa cosa de ahí es mi mueble más preciado. No el de mayor valor crematístico, pero sí el más preciado.
-Ah, vaya, perdone usted...
-Es un mueble de gran estilo hecho en serrín prensado.
-Bien, el caso es que hacia ese mueble...
-Que me lo regaló mi hermana por navidad hace diez años.
-Yo estaba sentada aquí- Felicita trataba de reproducir la escena- con el tubo apoyado en esta posición, y entonces...
-Y que tiene por ello un gran valor sentimental para mí, aparte de su valor material, que salta a la vista.
-¿Me va a dejar hablar, hombre?.
-Desde luego, pero que quede claro que esa cosa de ahí, como usted la denomina con un tonillo, perdóneme, condescendiente, es mi mueble más preciado. Acaso la sobriedad de su elegancia es lo que la ha confundido a usted.
-Eso debió ser. ¿Puedo hablar?.
-Por favor.
-Por fin. El tubo estaba en esta posición- exaltada, la dulce chica nuevamente repetía la operación paso a paso- yo estaba sentada aquí y apuntaba hacia esa cos..., a su mueble más prestante. Durante unos minutos no he visto nada de nada. Y cuando ya estaba a punto de desistir y levantar la vista me sorprendió ese panorama. Ahora lo intento de nuevo sin resultado.
-¿Una ciudad microscópica en mi magnífico mueble?.
-Microscópica tal vez, pero inmensa. Era de noche y estaba iluminada. Se veían miles de luces y grandes construcciones.
-¿Está segura?.
-No, en realidad no estoy segura, ¿Cómo puedo estar segura?, creo que lo he visto, pero no creo que pueda ser verdad. Me parece imposible. Además ha sido durante una fracción de segundo.
-Ya le dije que con mi Tubo de Mirar se ven cosas increíbles.
-Eugenio, tengo que irme ahora, ¿le parece bien que nos veamos mañana?. Presentaré mi Fundación en el Concello a las doce. Daré una charla y habrá un pequeño acto. Vendrá mi familia y un montón de autoridades, ya sabe, políticos, investigadores, catedráticos, inversores. Gente útil. Puede usted venir y hablaremos después.
-¿A las doce de la mañana no es un poco temprano?, ¿puede posponerse todo unas horas?.
-Allí nos veremos. Me están esperando y tengo un montón de cosas que preparar. Quiero hacer las cosas como Dios manda.
-Así sea- y de esa manera nos despedimos.
Yo quedé encantado. Felicita me había invitado a aquel acto que era sin duda importantísimo para ella, acaso el más trascendental de su vida. Eso me decía que nuestra corta relación se iba afianzando. Sin duda el Tubo de Mirar había jugado un rol importante en ello, por lo que no le podía estar a usted, Doctor Aurelio Padín, más agradecido.

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