jueves, 15 de abril de 2010

Mi público es el mejor.


Todos los que, de una u otra manera dependemos de la aprobación de nuestro trabajo,  tendemos a  tomar posesión de quienes nos dan el visto bueno, lo que nos lleva a cometer un error de base. Así, los artistas suelen referirse a los que alguna vez han escuchado una de sus canciones o visionado una de las películas en las que intervienen como "mi público", y los que escribimos solemos decir "mis lectores", como si los lectores tuvieran propietario. Hace un montón de años escribía yo columnas de opinión en un periódico de Pontevedra que se llamaba "Xornal Diario" y no tiene nada que ver con otro de igual o parecido nombre que existe hoy. El director nos diferenciaba a los columnistas en función del tipo de lectores que, a su entender, teníamos cada uno. Como yo era con diferencia el más joven de todos, el tío suponía que los que me leían eran chavales urbanos. Y me pedía que opinase sobre temas que pudiesen interesar a los que él llamaba mis lectores. A otros les decía: "tus lectores son maduros del rural". Si bien era un director majo, que no solía meterse en los contenidos de los columnistas, a mí me aleccionaba para que fuera transgresor, pues eso, decía, era lo que demandaban mis lectores, y fruncía el ceño cuando consideraba que mi columna no estaba escrita para ellos.

Yo me aburrí pronto. No me gustaba, comprendí, opinar cada día sobre temas de los que no tenía ni idea o, peor todavía, opinión alguna. Los columnistas deben inventarse a diario opiniones sobre asuntos que no les interesan. Para mi fortuna, el periódico aquel cerró al cabo de un año, más o menos, y fui invitado a colaborar con un semanario dirigido a los gallegos de la emigración. Era más cómodo, pues mis lectores pasaron a conformar un ente desconocido con el que no mantenía contacto alguno. Salvo por alguna carta que recibí del otro lado del Atlántico,  mis lectores eran por aquella época una cuestión de fe. Yo suponía que existían y el director del semanario, cuando alguna vez le pregunté por ello, me decía que los ejemplares llegaban a los centros gallegos de todo el mundo, por lo que era de suponer que alguien los leería de cuando en vez. Ese otro director, además me ponía nervioso, pues siempre se dirigía a mí llamándome cosas como "cielito", "cariño mío", "mi amor" y cosas así. "Rodrigo -decía-, te envío una caja de cava, amor mío" y se despedía diciendo: "un beso, corazón". Interrogué a algunos redactores sobre el asunto y me dijeron que ese trato lo guardaba para los columnistas. "A mí -me confesó uno- nunca me dice esas cosas". Parecía dolido.

Dejé para siempre de opinar, pues me parecía poco honesto dedicarme a hacer creer que me interesaban aquellos temas sobre los que escribía. Perdí entonces y durante una temporada el contacto con mis lectores y dejé de preocuparme por ellos. La relación con el público adquirió para mí una nueva dimensión un día, en Combarro. Tocaba allí un grupo que se llamaba "Viñalar Fantastic Band", algunos de cuyos miembros son amigos míos. Se celebraba la "Festa do Mar", creo, y ellos probaban sonido al aire libre, ante el curioso desinterés (sí, eso existe) de algunos vecinos que pasaban por allí. Terminada la canción se escucharon unos tímidos aplausos y el cantante, David, se dirigió a los presentes diciendo: "Puede que no seamos un gran grupo, pero tampoco vosotros como público sois nada del otro mundo". Lo dijo en gallego, que es más gracioso. Para mi sorpresa los aludidos aceptaron el dictamen sin rechistar, acaso los más mostraban semblantes pensativos y asentían. Tras una pausa, comenzaron a reír, conscientes de que acababan de descubrir una nueva realidad, y eso les alegraba. El público no está acostumbrado a ser juzgado, y todo el mundo pareció aceptar ese día que hay calidades diferentes de público, que no dependen tanto de la maestría del artista como del momento y del lugar en que se encuentra con los espectadores. Espacio y tiempo, que cantaría el bueno de Antonio Vega.

Cierto que las condiciones eran las propicias para un mutuo descubrimiento de tamaño calibre: nadie había pagado entrada, el grupo no estaba en concierto sino ensayando y los que de verdad querían escuchar a "Viñalar Fantastic Band" aun tardarían varias horas en llegar.

El caso, y esa es la conclusión, es que desde entonces sé que mis lectores son los mejores.

8 comentarios:

  1. Divertido. Como lector tuyo que soy me siento halagado. Gracias.

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  2. Estuve con DAVID el protagonista de tu historia, le hable del tema y se escarallaba.

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  3. Grandísima entrada, Rodrigo, grandísima! Claro que sí!

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  4. Parabéns, unha vez mais. E o Tubo de Mirar?

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  5. Galizán, El Tubo... va lento pero irá. Poco tiempo últimamente.

    Cocoguagua, saludos a David cuando lo veas y gracias, lo mismo que al Anónimo de las 11:39.

    En cuanto a ti, M, un honor recibir tu visita y tu comentario. Diría que para mí es todo un premio viniendo del único escritor vivo al que sigo regularmente, pero podría parecer que te hago la pelota, así que no lo diré. Tú eres el grande y un orgullo para nuestro pueblo (eso tampoco lo he dicho).

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  6. tu eres el grande y un orgullo para nuestro pueblo ?

    hablarás por ti era lo que nos faltaba por oír jabois un orgullo para nuestro pueblo

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  7. Querido Anónimo de las 18:49.
    Es evidente que hablo por mí. Supongo que tú hablas por ti.

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  8. Estou con Glub. Para Pontevedra é un luxo teren un escritor como Jabois. Como todos os mellores, levanta paixóns encontradas, pero é de recoñecer que ten unha prosa maxistral, marca un salto de calidade e toca unha temática de gran versatilidade. Certo que é un grande. Pero somos como somos e discutimos e rexeitamos o talento cando ven de entre os nosos. Mesmo se pode dicir do propio Cota, outro tipo talentoso que fai grandes esforzos por resuperar o noso pasado.
    Tempo atrás tiñamos moitos Jabois. Hoxe temos un e criticámolo.
    Viva Jabois!

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