domingo, 18 de julio de 2010

El Tubo de Mirar. Noveleta humorística. Capítulo XXI

El Tubo de Mirar. 




CAP XXI: EN EL QUE, MUY A MI PESAR, TENGO QUE PONER DOS VECES LA PALABRA FIN.

Es martes hoy, señores, llevo tres días escribiendo casi sin interrupción. El domingo por la mañana, siguiente día del último al que nos hemos referido, aquel en que perdí a Joaquinito, al llegar a casa tras despertar en el escenario del Teatro Principal por motivos que escapan a mi comprensión, llegué a casa, decía, ojeroso y malhumorado. En el contestador había un mensaje de mi dulce Felicita:

-Eugenio, ¿está usted en casa?, en caso afirmativo conteste, por favor, durante esta breve pausa... Bien, no está usted en su casa. ¿Se encuentra bien?, estoy gravemente preocupada, he llamado un sinnúmero de veces y no me contesta. No me he atrevido a dejar mensajes hasta ahora, pero su ausencia, dadas las circunstancias y la situación de riesgo que, sabemos, vive usted, me ha empujado a decidirme. Lamentablemente, tengo que partir a un viaje inexcusable del que regresaré sin falta este próximo jueves. Espero ansiosa sus noticias. El jueves iré a verle en cualquier caso. Mientras tanto, permanezco en ascuas. Por favor, llámeme en cuanto escuche este mensaje. Nos veremos el jueves-.  Éste es el mensaje de Felicita, mi amada.

Despechado por esa ausencia, resacoso como he dicho, decidí hacerla sufrir durante unas horas. "Ya la llamaré", pensé. No tenía sueño y a pesar de la hora intempestiva decidí no acostarme. Me puse a jugar con el Tubo de Mirar, para matar el tiempo.

Y así llegué a la triste e inesperada situación en que me encuentro y que describo así:

Se me ocurrió, desafortunada idea, dirigir el Tubo hacia alguna parte de mi cuerpo. Nunca antes había experimentado con un ser vivo. Si en cualquier objeto inerte e inanimado había encontrado mundos llenos de vida, ¿qué encontraría en mi interior?, me pareció buena idea averiguarlo.

Así que cogí el Tubo con mi mano derecha, me senté en un taburete de tres patas, aprisioné mi mano izquierda en una mordaza previamente atornillada a la pesada mesa de mármol de mi salón, mesa ésta laboriosamente ejecutada y garigoleada por el Maestro Mateo y fruto de una apuesta ganada por mi ancestro Bartolomé del Río el Manga Larga, sexto Marqués del Valle de Ostende durante una memorable partida de póker perdida a altas horas de la madrugada por el Rey Don Alfonso XI el Dubitativo VII también llamado Alfonso XI El que Juega con las Cartas Vueltas Hacia su Adversario MMCMXLVIII.

A partir de ahí, los acontecimientos se suceden de manera tan trágica como inesperada:

Yo sentado en el taburete de tres patas con la mano izquierda presa en la mesa antes descrita, la mano derecha sujetando el Tubo y mi ojo bueno, el que no supura sustancias, aplicado al extremo con la mancha de ketchup.

Es miércoles ya.

Lógicamente, el ritmo al que escribo se va debilitando por momentos, igual que yo mismo.

Había puesto sobre la mesa mi libreta y un bolígrafo, como siempre, y la cámara de fotos por si surgía un nuevo descubrimiento.

Y surgió, vaya si surgió. No era un mundo nuevo. Es un Universo, lleno de galaxias, de estrellas, de planetas, muchos de ellos con vida. Tal fue mi impresión que salté del taburete con tal mala fortuna que, al tener mi mano izquierda sujeta a la mordaza, y ésta a la pesada mesa, mi caída no fue en absoluto un incidente sin consecuencias, sino que por el contrario, creo que me partí el espinazo a la altura casi de la cadera, con lo que mis extremidades inferiores y temo que también mi amable pipí quedaron inertes. No puedo moverme de cintura para abajo, con lo fácil que sería ponerme en pie y liberar mi mano izquierda, de la que permanezco colgado.

Desde entonces me desenvuelvo con mi brazo derecho, único de mis miembros útil y libre.

Afortunadamente, que no hay mal que por bien no venga, ni rosas sin espinas, ni moneda sin dos caras, ni bobo sin pandereta, al caer cayeron conmigo y quedaron a mi alcance la libreta y el bolígrafo, con los que he conseguido matar el tiempo elaborando este relato certero en espera de que el jueves, mañana, venga mi dulce amada tal como prometió y me rescate.

Al principio el noble Cancerbero me ayudó a sobrevivir atendiendo órdenes simples tales cual "prepárame un tazón de Crunchy Fruits chocolateados con leche, caliéntalo en el microondas y tráemelo", o "acércame la botella de Tío Pepe que guardo en el segundo cajón de mi mueble más preciado para una ocasión memorable".

Con el paso de los días mis provisiones se terminaron y desde entonces subsisto alimentándome de los restos del propio Cancerbero, mi fiel amigo a quien he tenido que sacrificar para procurarme alimento. Sólo vivo gracias a mi amiga la Virgen Peregrina, quien me alienta en esta larga espera que se hace cada vez más incómoda y trabajosa.

Ahora lamento la broma que durante años he gastado a mis vecinos, consistente en gritar fingiendo desesperación:

-iPor favor, ayúdenme, estoy solo en casa y no puedo mover las piernas. Creo que me estoy muriendo!- y me viene a la memoria el cuento de Pedro y el Lobo. Evidentemente, sospecho, creen que esta vez tampoco va en serio.

Ahora pienso que lo que más me apetecería hacer es dar una vuelta por Pontevedra. Luego ir a la disco a bailar y emborracharme y ya dejar de sentir porque me quedaría así como si estuviera anestesiado, y me carcajearía alegremente meneando al tiempo mi melena.

Desde que me encuentro en esta insólita situación he tenido tiempo para pensar en algunos asuntos:

Primero he pensado en lo ridículo que debo verme así, un tío pomposo como yo, con una mano agarrada por una mordaza y medio cuerpo inmovilizado, todo cagado y orinado, aunque esto último es lo de menos, que ya me pasaba cuando estaba entero, aún el otro día.

Luego pensé en los flecos que quedan sin resolver de esta apasionante historia de incierto fin, así como en las dudas que me embargaban, sin descartar que mi afición a la bebida sea causa de ciertos olvidos.

¿Cuál es exactamente el papel del muchacho de la tienda de fotografías, si es que tiene alguno?, ¿están o no implicados los hermanos de Felicita, Armonio y Amoroso?, ¿cómo es que, perseguido durante todo este tiempo por tanta gente, no hay una sola persona que se acerque hasta aquí, mi casa, el primer lugar donde deberían buscarme?

Sólamente el saber que Felicita, mi amada, mi dulce bien, vendrá mañana en mi rescate me mantiene con un hilo de vida. Debo resistir y por tanto resisto, ya no queda nada, unas horas apenas.

Y mi consuelo es que ella, si tengo cura, me ayudará en mi convalecencia, y si no la tengo, pasará el resto de sus días acarreando devotamente mi silla de ruedas y cambiándome los pañales.

Y me ayuda, Doctor Padín, la oración. A lo largo de estas largas horas he tenido tiempo de hablar largo y tendido con el Galileo, y con su Madre, mi Señora, la Virgen Peregrina, y con San Sebastián, nuestro patrono. Ellos me dan estas fuerzas y llenan de aire mis pulmones.

Y luego esto que escribo, que va llenando mi tiempo y alargando mi agonía que pronto terminará en cuanto llegue Felicita, que, ducha en el cuidado y recuperación de ejemplares de nuestra fauna, pronto reconocerá mi estado y rauda, angustiada, hará venir a una ambulancia y me procurará alivio.

Hoy por fin es jueves, mi jueves. Ya ahora sí las fuerzas se agotan, tengo un hambre atroz y siento que por momentos se me va la cabeza. Pero no debo dormir. Me mantengo despierto para poder demandar auxilio cuando ella llegue cual princesa, a salvarme y darme todo su cariño, ella es así, dulce y cariñosa.

Acabo de hacer una solemne promesa.
Cuando salga de esto, amaré a mi prójimo, ayudaré a los menesterosos y daré un nuevo sentido a mi vida. A medida que mi salvación se va aproximando siento como un hombre nuevo renace de mis cenizas y ocupa mi cuerpo y mi mente.

Y conseguiré que mi madre se sienta por fin orgullosa de mí, y seré merecedor del respeto de las gentes.

Y compensaré a Felicita, que será, créanme, la mujer más feliz de esta tierra. Yle  buscaré a usted, Doctor Padín, que ha sido mi segundo padre, para atenderlo en su vejez y devolverle con creces todo cuanto me ha dado.

Y aquí doy fin a mi relato y me quedo a la espera, reservando mis últimos momentos de desvelo para recibir a mi amada con una sonrisa.

Señores, hasta pronto.

FIN

Resulta que ya es viernes. Ella no ha venido.

Y yo me estoy muriendo, y ya me enconmiendo al Galileo y a su madre, y a sus abuelos, Santa Ana y San Joaquín, y a la Peregrina y a San Sebastián. Y a la Virgen de la O.

Y me cago en Felicita, esa gorda guarra hija de puta.

FIN



9 comentarios:

  1. Fin de la noveleta y última entrega pero tienes que hacer una trilogia, vamos que te faltan dos noveletas más. Dale una oportunidad a Felicita.

    ResponderEliminar
  2. Hola, soy un lector asiduo de este blog, que me parece muy bueno, aunque es el primer comentario que me decido a escribir. He seguido el Tubo de Mirar desde el primer día y he pasado ratos muy buenos leyéndolo. Es una obra divertidísima con un digno final. Quiero felicitarte por escribir como escribes y por lo divertido y ecléctico de tu blog, tanto en temática como en estilo. Volviendo a esta obra, creo que está pidiendo a gritos un editor, pues es de una gran calidad y destila un sentido del humor limpio y eficaz. Hay muy pocos escritores hoy en día capaces de hacer algo así. Quiero agradecerte lo mucho que nos hacer reír y pensar. En mi familia tu blog es lectura obligada.

    Rosa, Pablo e hijos.

    ResponderEliminar
  3. Rodrigo, no me imaginaba este final aunque ya hace tiempo que desconfiaba de Felicitas.
    ¿Crees que Alegría del Hogar actuará así conmigo?
    En fin, he disfrutado mucho con ´´El tubo de mirar´´ y confío en que te animes a escribir otra noveleta humorística del estilo.

    ResponderEliminar
  4. Es una que se haya terminado. Era tan buena... Y me da pena el pobre Eugenio, con ese final tan dramático, la última frase es muy buena. O sea que, o haces una trilogía como dice Piti o nos has matado al pobre protagonista, yo también me he reído un montón leyéndolo y los domingos que no lo publicabas me ponía de mala leche. Ha sido muy divertido acompañarte con tu noveleta humorística.

    ResponderEliminar
  5. Y como dice Santano, yo tampoco me fié nunca de esa cabrona de Felicita, y también coincido en que deberías hacer más libros como ese. Y como dice Pablo eso pide un editor, por cierto, estoy leyendo tu otro blog del serial kiler muertesenmasa y me gusta aunque es muy tétrico, creo que prefiero lo del tubo de mirar

    ResponderEliminar
  6. Ya era hora. Ahora que ya está terminada, habrá que releerla de nuevo y toda seguida, porque con lo que tardabas algunas veces en publicar un nuevo capítulo se perdía el hilo.

    "Ahora pienso que lo que más me apetecería hacer es dar una vuelta por Pontevedra. Adoro Pontevedra cuando está mojada, estoy en pleno invierno y seguramente llueve. Nunca salgo con paraguas porque me gusta mojarme cuando se moja Pontevedra y se vuelve tan hermosa, y brillante. Me gusta plantarme en medio de la Herrería cuando llueve tanto que la gente corre a guarecerse y hasta las palomas escapan. Entonces siento que quedo yo solo en la ciudad y me pertenece sólo a mí, y sólo yo pertenezco a Pontevedra. Sólo yo, sin nadie que me la dispute, ni personas ni palomas ni gatos. En esos momentos llego a sentir que me fundo con la ciudad y soy parte de ella."

    Es la declaración de amor a una ciudad más hermosa que he leíso en mi vida.

    ResponderEliminar
  7. Todo perfecto, incluindo os dous finais. O que non entendo é que carallo pinta Miguel Bosé neste asunto. Polo demáis, parabéns. É certo que agora, como di o anónimo anterior, haberá que releela toda xunta e disfrutala como unha obra íntegra que é.

    ResponderEliminar
  8. Eu xa leín todo xunto e sinto que a historia é expepcional e desternillante.
    Coincido co o anónimo das 13:05, ese párrafo so pode sair de alguén que teño un cariño enorme por esta cidade como e Eugenio.
    Merda pra Felicitas e pra os seus hirmáns.

    ResponderEliminar
  9. Amigos todos lectores de Glub.
    Deseo comunicaros que ya casi consigo bailar como Miguel Bosé en esta canción.
    Me costó, sobre todo en las partes en las que se baila sin cantar, fué difícil y en momentos pensé en abandonar.
    Cuando mis vecinos y amigos vieron mis pasos, no los primeros ya que reconozco con vergüenza que deprimentes, si no ya cuando había avanzado mucho, rieron y me animaron a seguir.
    Me gravaré y lo subiiré a Youtube, ya vereis.

    ResponderEliminar