viernes, 23 de septiembre de 2011

Apuntes para una novela épico-dramática


La obra tiene título provisional: "La culpa del labrador". Está ambientada en los campos de Nebraska en tiempos (lejanos) en los que las cantantes de Mocedades estaban buenas.

El rudo pionero labraba sus perfumados campos de alhelíes. Desoía una y otra vez los consejos de los lugareños, quienes por experiencia sabían que aquellas tierras no eran propicias para el cultivo del alhelí, ni aquella era temporada de siembra, además de que entre aquellos agricultores curtidos por el duro trabajo no había mercado para el alhelí, pues era considerada flor para asmáticos afeminados.

- ¡Crecerán! -se repetía una y otra vez-. ¡Crecerán, o dejaré de llamarme Frambuesita Johnson!

Así pasaron los años (unos treinta, quizá más). Arruinado por sucesivos divorcios (diecisiete), y por la falta de capullos (de alhelí), Johnson se resistía a vender sus tierras (agrestes) al malvado terrateniente Smith, que las ambicionaba para ampliar sus plantaciones de cereales (Kellog's). Todas las tierras de la zona, hasta donde alcanzaba la vista, ya habían sido compradas por Smith, salvo la de Johnson.

- ¡Jamás te venderé mis tierras! -exclamaba una y otra vez ante los amables ofrecimientos de Smith, que siempre acudía con una tarta-.¡Compra los terrenos de Kartikeyan!
- ¿Kartikeyan? No existe ningún Kartikeyan -respondía Smith, encendido por la ira-. Y lo sabes.
- Ya. ¡Pues te jodes!
- ¿Pero por qué te empeñas en no vender tus estériles tierras? Si ni siquiera puedes cultivarlas. Llevas toda la vida ahí, como un pasmarote, siempre arando el mismo metro cuadrado de tierra, sujetando tus aperos de labranza con los dientes..
- ¡Eso es porque en Vietnam perdí los brazos y las piernas luchando por la libertad! Me atacó una fiera. (nota: averiguar en qué continente se encuentra Vietnam y qué clase de fieras viven allí. En caso de que no las haya, cambiar la palabra "fiera" por "vietnamita").
- Ya, hombre, pero claro, es que así...
- ¡Es que así, gaitas. No me iré de aquí hasta que vea crecer las rosas, como me llamo Frambuesita Johnson!
- ¿No eran alhelíes?
- Pero.. ¿Qué carajo...? Rosas, alhelíes, da igual, todo es la misma mierda. Ahora lo comprendo.

Pasados los años, Frambuesita fallece a causa de las drogas (era heroinómano) y la viruela (era calvo). Finalmente, sus herederos venden las tierras a Smith justo antes de descubrir que en ellas se encuentra un gran yacimiento de diamantes. De ahí que no crecieran los alhelíes: los diamantes comen estiércol. (nota: documentarse sobre las pautas alimentarias de las piedras preciosas).

Sobre la tumba de Johnson aparece misteriosamente cada semana un ramo de alhelíes.

Fin

7 comentarios:

  1. jajjajjajjaa!! ya echaba de menos una de tus locuras

    ResponderEliminar
  2. Vienen "Las horas" y "El color púrpura" conversando animadamente por la calle, y chocan de frente con Lars von Trier y Eugenio, que estaban compartiendo un cucurucho de helado de limón sin azúcar.

    El retoño de semjante orgía improvisada sería tu novela, Rodrigo: un libro afectado e intimista; pastoril y cosmopolita como pocos. Una obra de pecho cargado, congestionado de emociones ácidas como un helado de limón sin azúcar.

    Estoy desando leerla y regalarla (no necesariamente en ese orden). A ver si te pones pronto con ella, que en este mundo hay demasiados limones..., y nadie excepto tú sabe qué hacer con ellos sin una buena cucharada de azúcar.

    ResponderEliminar
  3. Qué bien escribes, G. Campanella.

    Pero sobrevaloras mi idea. Creo que tengo que darle un par de vueltas todavía. Gracias.

    Por cierto, veo que tu novela sube visitas a buen ritmo. No esperaba menos.

    Un abrazo.

    Lara, hija, ¿hay que escribir cosas así para que des señales de vida?

    ResponderEliminar
  4. http://www.youtube.com/watch?v=7zkbRCZ2wqg&feature=fvsr

    ResponderEliminar
  5. Si va a ser un libro de ensayo, ahí no llego, ya me perdí con los alhelíes y su connotación freudiana. Pero por la admiración que le tengo, lo compro y si es necesario lo leo

    ResponderEliminar
  6. Teresa, no todo el mundo aprecia en su justa medida mi prosa divina. Te perdono por ser tú, así que si lo escribo, te lo regalo.

    ResponderEliminar
  7. Nunca entendí de pastelitos y creo que con tu ayuda, nunca lograré entenderlos.
    Aleluya.

    ResponderEliminar