Por Manuel Pérez Lourido
No hay
nada como poner a parir a alguien para sentirse mejor. Libera
endorfinas, descarga adrenalina, rejuvenece la piel y previene el
flato (esto último me lo he inventado, igual que el resto).
Lo que
quiero decir es que si poner podre a alguien no tuviese ventajas para
quien lo hace, no sería el deporte nacional por excelencia.
“Despacharse
a gusto” y “hacerle un traje” son dos términos empleados
eufemísticamente para referirse a esta saludable afición. Aclaro
que “eufemísticamente” no tiene nada que ver con Eufemiano
Fuentes, uno al que están poniendo podre ultimamente por mezlar
ciclismo y química, en vez de física, que sería lo suyo. Vamos a
estudiar un poco ambas expresiones, más que nada para que se den
cuenta adónde puede llegar el nivel de ociosidad hoy en día:
En
la decimosegunda acepción de su diccionario online, la RAE atribuye
a “despacharse a gusto” un origen coloquial y el significado
“decir cuanto le viene en gana”. Esto no hace sino corroborar
nuestra tesis inicial (el plural es mayestático y filatélico) (me
estoy despachando a gusto, qué pasa);
es
decir: nada como dejar de morderse la lengua y empezar a chanchar una
yugular.
En
cuanto a lo “hacerle un traje a alguien”, aquí habría que traer
a colación a Camps, el Bigotes, Ricardo Costa y otros facinerosos
(lo de facinerosos lo digo desde el cariño, por supuesto) que
lograron su inocencia por 5-4, evitando la prórroga y los penalties
a cambio de ofrecer a la prensa mundial obscenidades como llamarse
“amiguito del alma”. Me levanto a tomar primperan, disculpen.
Ya
está. A ver, ¿a quien le estaba yo atizando?. Lo cierto es que a la
hora de poner a parir a alguien la cosa se pone complicada: hay
demasiados canditatos con demasiados frentes abiertos. Si fuese
cierto eso de que cuando hablan de nosotros nos pitan los oídos, el
pobre Urdangarin (lo de pobre también lo digo desde la mala leche,
por supuesto) debería estar ingresado en un frenopático y sedado
las 24 horas. Luego está Bárcenas, que como es sordo juega con
ventaja: de toda la vida se sabe que en el cemento armado no fraguan
las orejas y las que tiene son postizas.
Luego tenemos también los casos de la gente que se presta a servir
de diana de este entretenimiento. Se les conoce porque enseguida se
hacen árbitros de fútbol, o presidentes de la comunidad de su
edificio o delegados de clase. O liberados sindicales, ahora que lo
pienso. A mi me propusieron serlo, liberado sindical, en una ocasión,
pero no acepté porque dos títulos de una tacada me parecían
demasiados: o liberado o sindical, no quería abusar.
Otra fórmula infalible para conseguir ser blanco de todas la miradas
y receptor de todos los improprerios, que es lo que viene después de
las miradas, esta en las antípodas de la corrupción galopante, es
la consecución del éxito profesional. Obtenga usted éxito en
aquello en que se lo proponga, de una forma limpia y honesta y
siéntese a esperar: al poco notará cómo le mueven la silla a golpe
de pataditas nerviosas de envidia. Es la historia de este país. De
donde se concluye que lo mismo alcanzan el canalla y el laborioso:
que los pongan al pingo. Ya lo decía don Enrique Jardiel Poncela:
los extremeños se tocan.
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