Por Manuel Pérez Lourido
Así
le llamaba uno del equipo cuando críos. Cuando olía peor que nunca
pero no estaba tan cuestionada, mientras atravesábamos los ochenta
(sí, qué pasa, me estoy quitando años) a una velocidad de vértigo.
Jugué al fútbol en el Tronco Club de Cirulosa y nos echó del
“Torneo” de Daniel Vindel el Ural de La Coruña, que presidía un
tal Augusto César Lendoiro. Sólo por eso, por haber jugado en el
equipo de futbito de la pastera, me considero suficientemente
cualificado para abordar la problemática de la misma.
Tenemos, por un lado, una empresa contaminante que lleva 50 años
emplazada en la ría dedicada a su pestilente labor de generar pasta
(de ambos tipos) y por otra, a la APDR, que lleva 26 años intentando
que se largue de ahí. Si cotejamos la información respecto a
índices de contaminación e impacto medioambiental que ambas
entidades ponen a nuestra disposición, nos encontraremos
inmediatamente conque están hablando de cosas diferentes: los datos
no coinciden. Hay gato encerrado.
Examinemos estos argumentos: ENCE (¿acaso no es más bonito
“Cirulosa”?) dice que sólo hay otra fábrica similar en el mundo
que, como ella, blanquee sin cloro ni derivados. Hace uso de una
depuradora de aguas residuales y de un emisario submarino que ha sido
pagado por la Xunta (de los que también se beneficia el Concello).
Es practicamente autosuficiente en cuanto a consumo de energía. Y no
cheira tanto como antes, esto lo digo yo de propina.
Por
su parte la APDR manifiesta que ENCE contamina un huevo, algo que se
evidencia con sólo echarle un vistazo. Los argumentos de los
ecologistas tienen la contundencia del impacto visual de la fábrica.
Imagínense un video del director de Cirulosa plantado delante de las
chimeneas esas y diciendo “No, si esto no contamina ni nada”, “lo
que vertemos al mar es agua bendita”, “ojalá que llueva café en
el campo” y frases similares.
En
cuanto a la opinión de la ciudadanía, se diría que hay división
de opiniones. Una mayoría está hasta las narices de sacar fotos en
la otra orilla de la ría y que salga de fondo el mamotreto ese.
Pequeños sectores, exhibiendo un atávico instinto por conseguir
manutención, objetan que proporciona puestos de trabajo y eso. Y
luego está el asunto de quién costearía un posible cambio de
emplazamiento. Yo pondría a cualquier ex-tesorero del PP a conseguir
los cuartos para trasladar la empresa.
Nadie va a echar de menos a ENCE si se va, y tampoco nos vamos a
rasgar las vestiduras si se queda, para qué nos vamos a engañar.
Este asunto se va a ventilar en terreno enmoquetado por parte de los
gerifaltes de turno. Nosotros jugaremos ese papel que tan bien hemos
estado jugando los gallegos desde siglos, y que se resume en una
sentencia lapidaria: “Mexan por nós e hai que dicir que chove”.
Y
ahora que todo a quedado, por fin, aclarado de una vez por todas,
déjenme asegurar que aquel magnífico equipo del Tronco Club hubiese
ganado la competición de no haber enredado por el medio aquel tipo,
Lendoiro, que hacía sus pinitos en eso del fútbol. Dicen que el
hombre llegó lejos.
Me ha gustado. Lo único decir que resulta curioso jugar al fútbol en el equipo de dicha empresa, más que nada por el asma y eso.
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