Por Manuel Pérez Lourido
De
entre todos los asuntos que ocupan la presa realmente seria, o sea,
la deportiva, los periodistas han destacado estos días un rifi-rafe
dialéctico entre el futbolista conocido como Cristiano Ronaldo y su
ex-entrenador, el cantamañas conocido como José Mourinho. Es la
primera vez que le llamo a Mou cantamañas, pero también es cierto
que ha dejado de entrenar al Madriz. Es lo que tiene la forofobia.
Mourinho
dijo en rueda de prensa que había entrenado a los mejores
futbolistas del mundo, y citó a Ronaldo
(el brasileño) para decir luego “el auténtico Ronaldo”. Al
falso Ronaldo esto no le sentó nada bien pero para hacer honor a su
nombre de pila se limitó a decir que no hablaba sobre “esa
persona” sin que se le moviese un solo pelo de tupé, algunos dirán
(acertadamente) que por culpa de la gomina. No se comprende que
ninguna empresa del ramo de fijadores y brillantinas no haya
contratado a este chaval para hacerlo santo y seña de la marca. Lo
de santo lo tenían a huevo con su nombre.
Mourinho
ha sido anegado por ríos de tinta desde su llegada al Real Madrid.
En la ciudad condal se pusieron las caras perdidas con la pinturas de
guerra nada más aterrizar el luso en Barajas y, después de la
agresión a Vilanova, aquello fue el acabose. Algún ordinario hasta
puso una denuncia ante la justicia ordinaria.
Pero
como todos los asuntos serios e importantes de esta cosa de plexiglás
que convenimos en denominar realidad merecen un análisis, nos
detendremos un instante para analizar la razón última de este
“desencuentro”, como diría un remilgado, entre los dos
multimillonarios portugueses. Y menos de un instante es lo que hace
falta para dar con el quid de la cuestión: un choque de egos. El ego
es una especie de gas que si no haya espacio en un recinto
determinado que ve reducido su volumen útil por tener que albergar
otro gas similar termina por producir una explosión. Así contado
parecería una guerra de cuescos. Pues ni tan mal traído.
Mourinho
se quejó en su día, que no es fácil saber cuándo pues se quejaba
todos los días, de que el falso Ronaldo “creía saberlo todo”.
Parece ser que el futbolista puso los morros hasta el desagüe y el
grito hasta el cielo tras un partido en el que, pese a haberlo dado
todo (como siempre hace, por otra parte) cometió el error de no
bajar a defender en las postrimerías del partido, por los que fue
recriminado en el vestuario. Lo que se hace en el Camp Nou con Messi
cuando anda flojo, vaya.....
Hombre,
cualquier entrenador, incluyendo los sordomudos, sabe de que pie
cojean las megaestrellas del fútbol, y Mou bien pudo haberle
enmendado la plana en otro momento, con el horno apagado. Pero Mou es
de los que tienen que dejar claro quien manda y, si bien es cierto
que no se achantan ante ningún crack, a veces la cosa hace crack por
esa forma de ejercer el poder. Que se lo pregunten a Casillas,
ganador del pulso más mediático de la historia.
Ahora
que ya les ha quedado todo claro, podemos dormir tranquilos.
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