martes, 13 de agosto de 2013

LA VIDA, INSTRUCCIONES DE ABUSO



Por Manuel Pérez Lourido


Un artículo de David Trueba me puso los pelos de punta y dejé el periódico, estupefacto, para comprobar en un espejo que no necesitaba un corte de pelo. Lo cierto es que ya había ingerido la noticia unos días antes sin experimentar problemas digestivos: tan grande es ya nuestra capacidad de asimilar todo tipo de novedades deprimentes.
Se trata de que en la España camisa blanca de mi esperanza te multarán si se te ocurre generar tu propia electricidad usando energía solar. Mejor dicho, si se te ocurre acumular en baterías la sobrante: la que consumas instantáneamente está libre de pecado. Los únicos en Europa.
Un día de estos abriremos la puerta de casa y un sonriente y trajeado Inspector de Bombas nos informará que se hallaba allí verificando que no nos dedicábamos a la producción de armas químicas en nuestro domicilio.
Cada vez somos menos dueños de todo aquello que nos habían dicho que por una módica cantidad sería nuestro, como la privacidad, la libertad, la igualdad, la fraternidad y los envases de cerveza. El aire que respiramos nos produce enfermedades, de modo que sólo grandes empresas se lo han repartido en cuotas contaminantes y trapichean vendiendolo en metros cúbicos unas a otras.
Existe un canon medioambiental amparado por el principio “quien contamina, paga y repara” que está avalado por la Constitución (esa que habla del derecho a la vivienda y a un trabajo digno...) y ya vemos lo que ocurre con nuestro Gafos en Pontevedra: quién contamina, ni paga ni repara. Si esto se hubiese aplicado a ENCE desde su advenimiento, seríamos ricos y cresos: el Pontevedriña jugaría en Primera, tendríamos tres hospitales y un aeropuerto y dentro de unos días iríamos gratis a ver a los Rolling en Pasarón.
Al menos la Xunta está ingresando alrededor de 20 millones al año por un canon eólico avalado por el TSXG al que apeló Iberdrola por entender que se trataba de una mera tasa, cual IAE o IBI. Uno de los argumentos de la empresa eléctrica exponía sus sospechas sobre “el uso real de los ingresos derivados del canon”: qué desconfiados.
A estas alturas del texto, entran unas acuciantes ganas de soltar infundios e insidias sobre el papel de la energía derivada de los hidrocarburos, sobre su transcendencia socioeconómica y geopolítica;
un desproporcionado deseo de hacer derivar el texto hacia la soflama más descarada en contra de las monstruosas transnacionales petrolíferas y los gobiernos a los que compran; un arrebato para criminalizar esta actividad industrial que en Venezuela, por ejemplo, el difunto Chávez arrebató de las manos de la oligarquía existente; en fin, unos bajos sentimientos producto de un inexistente pasado hippie que hacen de uno un loco peligroso.
Por eso es mejor poner punto final y hacerse una tortilla de huevos de esos que se obtienen en cualquier cadena de producción avícola, con seres animales tratados como objetos por humanos embrutecidos por la persecución del máximo beneficio. Snif.




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