Por Manuel Pérez Lourido
Un
artículo de David Trueba me puso los pelos de punta y dejé el
periódico, estupefacto, para comprobar en un espejo que no
necesitaba un corte de pelo. Lo cierto es que ya había ingerido la
noticia unos días antes sin experimentar problemas digestivos: tan
grande es ya nuestra capacidad de asimilar todo tipo de novedades
deprimentes.
Se
trata de que en la España camisa blanca de mi esperanza te multarán
si se te ocurre generar tu propia electricidad usando energía solar.
Mejor dicho, si se te ocurre acumular en baterías la sobrante: la
que consumas instantáneamente está libre de pecado. Los únicos en
Europa.
Un día
de estos abriremos la puerta de casa y un sonriente y trajeado
Inspector de Bombas nos informará que se hallaba allí verificando
que no nos dedicábamos a la producción de armas químicas en
nuestro domicilio.
Cada
vez somos menos dueños de todo aquello que nos habían dicho que por
una módica cantidad sería nuestro, como la privacidad, la libertad,
la igualdad, la fraternidad y los envases de cerveza. El aire que
respiramos nos produce enfermedades, de modo que sólo grandes
empresas se lo han repartido en cuotas contaminantes y trapichean
vendiendolo en metros cúbicos unas a otras.
Existe
un canon medioambiental amparado por el principio “quien
contamina, paga y repara” que está avalado por la Constitución
(esa que habla del derecho a la vivienda y a un trabajo digno...) y
ya vemos lo que ocurre con nuestro Gafos en Pontevedra: quién
contamina, ni paga ni repara. Si esto se hubiese aplicado a ENCE
desde su advenimiento, seríamos ricos y cresos: el Pontevedriña
jugaría en Primera, tendríamos tres hospitales y un aeropuerto y
dentro de unos días iríamos gratis a ver a los Rolling en Pasarón.
Al
menos la Xunta está ingresando alrededor de 20 millones al año por
un canon eólico avalado por el TSXG al que apeló Iberdrola por
entender que se trataba de una mera tasa, cual IAE o IBI. Uno de los
argumentos de la empresa eléctrica exponía sus sospechas sobre “el
uso real de los ingresos derivados del canon”: qué desconfiados.
A
estas alturas del texto, entran unas acuciantes ganas de soltar
infundios e insidias sobre el papel de la energía derivada de los
hidrocarburos, sobre su transcendencia socioeconómica y geopolítica;
un
desproporcionado deseo de hacer derivar el texto hacia la soflama más
descarada en contra de las monstruosas transnacionales petrolíferas
y los gobiernos a los que compran; un arrebato para criminalizar esta
actividad industrial que en Venezuela, por ejemplo, el difunto Chávez
arrebató de las manos de la oligarquía existente; en fin, unos
bajos sentimientos producto de un inexistente pasado hippie que hacen
de uno un loco peligroso.
Por
eso es mejor poner punto final y hacerse una tortilla de huevos de
esos que se obtienen en cualquier cadena de producción avícola, con
seres animales tratados como objetos por humanos embrutecidos por la
persecución del máximo beneficio. Snif.
No hay comentarios:
Publicar un comentario