Cuando las tropas franquistas entraron en Toledo, Eladio Vaz
Gallego (Compostela, 1894) era director de la prisión en la que la República
internaba a los presos políticos. Su destino era ser fusilado. El motivo por el
que salvó la vida tiene algo de milagroso: los propios presos enviaron una
carta a Franco pidiendo clemencia para quien fuera su carcelero. Se trata de un
extrañísimo documento, hoy en poder de su familia, firmado por un centenar de
internos ya liberados en el que se dice que Vaz Gallego siempre los había
tratado con dignidad y respeto, que había hecho todo lo posible para mejorar
las condiciones de los reclusos y que en ocasiones lo había hecho “con gran
riesgo de su vida”.
Un buen día, unos milicianos republicanos entraron en la
cárcel con intención de llevarse a unos presos para matarlos. Eladio Vaz les
dijo: “Sin una orden judicial nadie sale de aquí, y si ustedes mantienen su
empeño, cojo un fusil y defiendo a tiros a mis presos”. Quizá la cosa no pasó
de ahí aquel día por su amistad con Azaña, pero el caso es que nunca nadie lo
intentó de nuevo.
Intrigado por aquella carta, Franco hizo llamar a Vaz
Gallego y le puso España a sus pies. “¿Qué quiere usted, señor Vaz?”. Él le
dijo que no quería nada, que él era funcionario de prisiones y que lo único que
esperaba era recuperar su trabajo y volver a Galicia con su esposa, Conchi. Le
concedió ambas cosas.
Galleguista y poeta, el 6 de julio del 36, pocos días antes
del golpe franquista, formalizó su ingreso en el Partido Galeguista. Fue el
propio Alexandre Bóveda quien cubrió a mano su nombre, su edad, 42 años y su
profesión, funcionario. Y fue el nieto de Bóveda, Valentín, quien buscó y
encontró el nombre de Eladio Vaz en el listado de militantes, guardado en el Arquivo
Municipal de Pontevedra. Los poemas los escribió en gallego y castellano entre
1937 y 1947. La mayor parte de su producción se ha perdido. Sólo se conservan
medio centenar de poemas en castellano. De todo lo que escribió en gallego, lo
más querido para él, apenas quedan un par de estrofas. El resto se lo llevó un
cantautor para poner música a algunos de ellos y lo perdió todo.
Lamentablemente, hasta que Batallán busque esos poemas y los encuentre, hay un
tesoro perdido que no sólo nos permitiría conocer buena parte de la obra de
Eladio Vaz, sino cubrir un hueco excepcional en la literatura gallega. No hay
mucha poesía en gallego de los años treinta y cuarenta escrita en España. De
sus obras en castellano, la primera de ellas es ‘Himno a Galicia’:
“Quisiera verte, Galicia,
libre de inmensas tutelas,
libre, desplegar tus velas
en el mar que te acaricia”.
Su hija, Carmen Vaz, dice que no hablaba en casa de la
guerra. Sufrió la guerra y la odió. Su opinión la conoció la familia leyendo
otra de sus obras, escrita en 1937, que describe cómo entendía él la sinrazón
del conflicto:
“En la guerra está el artista,
en la guerra el forjador,
en la guerra el ebanista,
en la guerra el labrador,
también el malabarista
que hace de enterrador.
La tierra en sangre empapada,
de la juventud en flor,
la vida depauperada
de miseria y de dolor;
más fruto daría, regada
no con sangre, con sudor”.
Eladio Vaz murió en Pontevedra el 2 de diciembre de 1957,
con 63 años. Visitaba a su hija y a su yerno, el médico Miguel Domínguez,
fundador del Hospital Domínguez. Paseaba con su nieto Rafael cuando una cornisa
se desprendió de un edificio y le cayó encima. Murió en el acto. Sobrevivió a
la guerra, a las milicias de su propio bando, al fusilamiento por Franco, al odio
que vivió a su alrededor y a los primeros años de la dictadura, que mantuvo
siempre viva su ficha como rojo. Y lo mató una cornisa. Su nieto se salvó de
milagro.
Eladio Vaz Gallego es un personaje, otro, que merece un
estudio profundo. La memoria de un pueblo se mantiene rescatando a quienes lo
amaron. Sería una gran noticia la recuperación de su obra en gallego. Mientras
tanto, apenas nos queda esta hermosura:
Aló no Ceo prantado
ós pés do Noso Señor,
choroso i acongoxado
dixo-llel avergonzado:
Señor, Galicia é millor.
Millor co Ceo da Groria
xa sei que non pode ser,
pero Señor, fai memoria.
Si fixeses ti outra Groria,
tiña en Galicia que ser.
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