Toda decisión es una decisión de futuro, y por tanto un deseo, una apuesta y, de alguna manera, una predicción.
Un motivo más que nos impide predecir es la falta de fiabilidad, ya no sólo de los datos disponibles, si no de las fuentes que nos los proporcionan.
Una fuente fiable para el renacentista del XVI es Leonardo da Vinci. Pongamos que somos uno de ellos (un renacentista del XVI). Sabemos que el maestro Leonardo es un hombre multidisciplinado, gran observador, inventor, divulgador, artista.
Los que vivimos junto a él lo vemos marchar con su cuaderno de notas hacia el campo para dibujar el movimiento del ala de un pájaro. Sabemos que en su taller ha diseñado todo tipo de aparatos de diversa utilidad. Hemos admirado la precisión de sus esculturas.
Sabemos que es un hombre sabio, acaso el más sabio de cuantos han pasado por nuestro barrio.
Un día, nuestro vecino da Vinci se toma una caña con nosotros. Nos lee un pasaje de su "Cuaderno de Notas", que dice así:
"La Paz.
"Se cuenta del castor que cuando es perseguido, conociendo que le persiguen a causa del valor de sus testículos para usos medicinales y no pudiendo escapar, se para. Y para estar en paz con los que le persiguen, corta los testículos con sus afilados dientes y se los deja a sus enemigos"
Nuestro vecino Leonardo tiene la precaución de comenzar diciendo que "se cuenta". Pero sabemos que él no tiene dudas de que los castores realmente se comportan de la manera descrita. No nos paramos a pensar en cómo sabe el castor que es perseguido por sus testículos y no por su piel. Tampoco preguntamos a nuestro interlocutor quién le ha contado semejante tontería. Sabemos que es cierto, ¿por qué? Porque lo dice da Vinci, el tío más sabio de la historia del barrio. Lo ha escrito en su cuaderno de notas, en el mismo en que dibuja el movimiento de las alas de los pájaros, los esquemas de sus artilugios y los bocetos de sus magníficas pinturas.
De vuelta a casa, con dos copas de más, en la penumbra observamos una sombra que nos sigue. Apuramos el paso y la sombra hace otro tanto. Vivimos tiempos violentos, tememos por nuestra seguridad, ¿acaso nuestro perseguidor pretende hacerse con nuestros preciados testículos?
Optamos por seguir el consejo de Leonardo. La paz. Con nuestros afilados dientes, cortamos nuestros testículos y los ofrecemos a nuestro perseguidor.
Que resulta ser perseguidora. Nuestra suegra, que nos busca para cenar y rechaza aterrada la magnífica ofrenda.
Nunca hemos de cortar nuestros testículos con nuestros afilados dientes para conseguir la paz. Aunque lo diga Leonardo, el vecino más sabio de la historia de nuestro barrio.
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