martes, 3 de marzo de 2009

Yo puedo matar a tu nieto.

Dos imágenes hemos elegido para ilustrar esta entrada. La primera es la de una chica posando alegre con un fusil. Imaginemos que la encantadora, sonriente y escotada (íbamos a añadir "rubia", pero el tono diferente de sus cejas nos hace sospechar que tal no es el color con que Dios o la naturaleza - si es que alguno de los dos existen- pintaron los cabellos de nuestra modelo), imaginemos, decía, que bien puede estar en lo que parece una feria o exposición de armas adquiriendo la máquina con la que piensa fusilar a su novio fumador.

El sistema más rápido y eficaz para crear apestados y marginados es la de convertirlos en un peligro potencial para los demás. Los judíos son malos, los judíos comen niños, los judíos pueden matar. Acabemos con ellos. Prohibámoslos.

Esa, sin salvar mucho las distancias, es la estrategia que se sigue con los fumadores. No solamente mueren ellos, lo que no constituiría un peligro social. Es que además matan a los demás. Te pueden matar a ti, o peor aún, a tus queridos hijos, a tus nietos. ¿Consentirás que tu linda nietecita muera asesinada por un apestoso fumador? Elige. El fumador o tu nieta. Piensa y recuerda, antes de elegir, por si tienes alguna duda, que el fumador come niños.

La estrategia no es nueva. Podemos leer el documento que sigue, un documento real, fechado en 1832. No hace falta que seas un apestado, ni siquiera hace falta que lo parezcas. Nadie se va a parar a comprobarlo. Solamente es necesario que alguien piense que puede morir por estar en contacto contigo. Y por ello corres el riesgo de ser declarado apestado y convertirte en objetivo de aquellos que tienen orden de perseguirte "...hasta el punto de hacer fusilar sin dilación a toda persona procedente por mar o por tierra de país contagiado..."

Y hablando de países contagiados, y contagiosos, reparemos en que quienes instauraron la absurda moda del antitabaquismo proceden con toda seguridad del mismo país que organiza exposiciones de armas con chicas escotadas. Las armas no matan. Matan los fumadores.

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