jueves, 12 de marzo de 2009


A su muerte, el granjero nórdico Ingemarr Patterson dejó una carta a su mujer. La carta decía así:

"Querida Eutanasia:

Ahora que dejo este mundo para reunirme con Dios Nuestro Señor, he de encargarte que transmitas a la humanidad entera un mensaje. Desde hace años guardo para mí un secreto cuya revelación puede ser de gran utilidad para el futuro de nuestra especie. Ahora que yo dejo este mundo, no quiero que la información se pierda. Aprecio cómo, segundo a segundo, la sangre deja de regar mi cerebro. Lo noto seco. Por eso, antes de perder del todo la consciencia, arranco una pluma a un pavo, la corto, vierto tinta en el tintero, pongo un pergamino sobre la mesa, preparo el papel secante y revelo mi secreto. Que todas las huestes de Satanás caigan sobre ti si no cumples éste mi último deseo, que a la vez es toda mi herencia. Eres igual que tu padre, loca maliciosa.

De cuantas variedades de melocotón que existen (que yo haya probado), la mejor es la Flordastar. El melocotón Flordastar, a mi modo de ver, es muy jugoso y sabroso, y qué decir de
lo bien que sienta en el estómago. Es muy ligero, aunque a mí lo que de verdad me gusta son las manzanas.

Dile a los niños que muero por tu culpa. Eso es todo. "

Tal fue el legado de Ingemarr Patterson, granjero nórdico. Eso nos demuestra que todo aquel que pasa por la experiencia de una vida tiene algo que legar. Y algo que transmitir. Por eso reproduzco aquí la carta, para que no se pierda jamás la memoria de Ingemarr Patterson. Para que alguien, en algún lugar del mundo, sepa quién fue y qué aporto un humilde granjero a la evolución del ser humano. Nada.


http://cristobal-colon.com

http://colon-gallego.com

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