lunes, 1 de febrero de 2010

Visita guiada al Museo de Pontevedra. Souvenir iniciático para preadolescentes.




EL MUSEO DE PONTEVEDRA. REDACCIÓN.

Felipe López Castro. 1º E.S.O.

Hoy fuimos al Museo de Pontevedra y a las Ruinas de Santo Domingo, acompañados por la profe Chelo. El objetivo de la visita es conocer el pasado de nuestra ciudad y escribir la presente redacción. Por el camino, la profe Chelo, que hoy no tiene muy buena cara, mira al suelo y hace gestos negativos con la cabeza. Parece deprimida. Antes de entrar en el museo, ella nos pide que anotemos todo lo que diga el guía. Luego se sienta en la base del cruceiro que hay en la Plaza de la Leña. Los alumnos entramos y somos recibidos por un guía. Parece asustado. Al mismo tiempo, entra otro grupo. Todo indica que son jubilados

- Buenos días -dice el guía-. Soy el guía más joven de aquí. Pero yo no sé nada, a mí no me pregunten. Estoy jodido. Muy jodido, tíos, muy jodido. Yo quería ser cantante. Cantante y bailarín, como el Bisbal ése. Pero no tuve valor para enfrentarme a la incomprensión de mis padres, que dicen que no sé cantar ni bailar, y en eso llevan razón. No tengo ni idea. Ni de cantar ni de bailar. Nunca he hecho ninguna de las dos cosas. Yo sólo quería ser cantante y bailarín como el Bisbal ése para ligar, y para conocer mundo, joder, pero mis padres se opusieron.
- Qué pieza tan hermosa -dijo una compañera señalando una figura, en realidad para cambiar de tema-. ¿Qué es?
- Ni puta idea -contestó el guía-, parece una figura, ¿no?. Yo qué sé. Soy un ignorante. Yo sólo quería ser cantante y bailarín, joder, como el Bisbal ése. Y para rematarlo, hoy vienen dos grupos de siete mil fulanos, y yo tengo que enseñarles el museo porque los otros guías están unos de vacaciones, otros de baja y los demás en la cárcel. Intentaron robar el tesoro celta. Así que me tocó a mí, y ¿qué coño les voy a contar si apenas sé nada sobre Historia, y mucho menos sobre la de Pontevedra? Soy un ignorante. Lo único que sé del tema es que antiguamente, hace más de mil años o así no había consolas, y lo sé porque me lo dijo mi abuelo. Me dijo: “¿para qué quieres ser como el Bisbal ése? Antes no había consolas y la gente tenía que luchar y no como ahora, que la juventud lo tiene todo hecho”, así me dijo, joder, y me mató la ilusión. Por aquí, señoras y señoras, síganme, por favor. En esta sala podrán ustedes admirar más chismes antiguos, supongo. Ah, no, esto es la puerta de los lavabos. Es por este otro lado. Como pueden ver, hay cosas expuestas. Yo no tengo ni puta idea, yo no quiero ser guía, señoras y señores, yo soñaba con ser cantante y bailarín, como el Bisbal ése, pero mi familia se opuso. Estoy jodido, tíos, muy jodido. Si miran a su derecha podrán ver diferentes cosas. Cuadros, y mierdas de ésas. A mí no me pregunten, eso sí. Soy nuevo aquí. Yo ya les digo, yo ni puta idea. Soy un ignorante. Por favor, continúen. Como les venía diciendo, estoy jodido. Aprecien un rato esa cosa y bajaremos estas escaleras, a ver a dónde nos llevan. Iré yo delante. Bajen de uno en uno, por favor. Y cuidado, no se caigan, no me jodan, que es mi primer día en este museo. En éste y en cualquiera, a decir verdad. Si por mí fuera, yo jamás pondría un pie en uno de estos lugares. Me dan miedo. Yo quería ser cantante, joder, como el Bisbal ése, y bailarín. Mi familia se opuso porque no sé ni cantar ni bailar. Estoy muy jodido, tíos. Bajen de uno en uno, por favor. Se preguntarán qué hago yo aquí si no estoy cualificado para este puesto. Lo mismo me pregunto yo. Y no encuentro otro motivo que el que mi padre es ministro de Cultura, y me enchufó aquí, señoras y señores. Yo quiero ser cantante y bailarín como el Bisbal ése. Estoy mal, tíos, muy jodido, mi familia se opone. Bajen de uno en uno y admiren cosas, por favor.

Algunos decidimos prescindir del guía y continuamos la visita por nuestra cuenta. Pero pronto nos alcanzaron.

- Oh, estáis aquí, chicos -dice el guía mirándonos-. Pensé que os habríais marchado. ¡Atención! -añade dirigiéndose al grupo-, pueden apreciar a su izquierda a estos muchachos. Son estudiantes. Esta es la sala Castelao. Lo sé porque aquí hay un cartel que pone “Sala Castelao”. Yo no sé lo que significa eso. Mi padre igual sí, porque es ministro de Cultura, pero yo no, yo soy un ignorante. Yo sólo sé que hace mil años no había consolas, me lo contó mi abuelo. Igual “Castelao” significa “dibujo” porque aquí hay dibujos. Señora, aquí no se puede comer, o quizás sí, no lo sé. ¿De qué es el bocadillo? Oh, de tortilla, tiene una pinta magnífica, ¿lleva cebolla?, estoy muerto de hambre, hoy no he desayunado. Yo pensaba que mi madre me prepararía un almuerzo. ¿Qué clase de madre no prepara un almuerzo a su hijo? Me dijo que a mis 48 años podía preparármelo yo mismo. Señora, ¿me da un trozo?, gracias, señora. Como les decía, estoy jodido. Qué rico está el bocadillo. Mi familia no me comprende. En fin, señoras y señores, por aquí ya no parece que haya más mierdas que apreciar. Síganme por favor, a ver si entre todos averiguamos cómo se sale de aquí. Comprendan que para mí esta visita ha sido un coñazo, más que para ustedes, que nadie les mandó venir. A mí sí me obligaron. Mi padre me obligó, y mi madre le apoya. Es una injusticia, ¡por fin!, por aquí se sale. Gracias por venir, han sido ustedes unos visitantes estupendos. Vuelvan cuando quieran, estaremos encantados de recibirlos de nuevo.

La profe Chelo sigue sentada en en cruceiro, con expresión alicaída. Se levanta y nos ordena dibujar el cruceiro. Permanecemos allí por espacio de unos veinte minutos. Luego nos dirigimos a las Ruinas de Santo Domingo, para completar la visita. Al llegar allí nos encontramos al guía, fumando en la puerta.

- Hola, chicos, ¿qué hacéis por aquí?
- Tenemos que terminar aquí nuestro trabajo -contestaron algunos compañeros.
- Pues yo, ya véis. Va el jefe y me dice: “tienes que ir a las Ruinas de Santo Domingo” y yo: “¿para qué?”, y él: “para enseñárselas a un grupo”, y yo: “¿para qué quiere ver nadie unas ruinas?” y él: “no hagas preguntas” y yo: “vale”, y aquí estoy. Esto da miedo, tíos, mucho miedo. ¿Queréis un cigarrillo? Aquí hay cadáveres, parece un puto cementerio, y escudos. Me dan miedo los escudos. Yo cogía todo el puñetero edificio y lo bombardeaba. Aquí podría montarse una discoteca cojonuda, y más con el instituto al lado. Así los chavales podrían salir de clases y venirse a beber y a bailar. ¿Queréis pasar?
- Sí, por favor.
- Pues nada, adelante, chicos. Todo vuestro. ¿Queréis que os acompañe?
- Gracias -decimos-, pero no hace falta.
- Bueno, pues os acompaño de todas formas. A fin de cuentas es mi trabajo, supongo, no lo sé. Venga, adelante. Y portaos bien, ¿veis a esos señores de traje? Son mis guardaespaldas. Todos los hijos de los ministros llevamos escolta. Si alguien se mete conmigo, pues vienen ellos y le revientan el hígado de un cabezazo.

Vamos entrando poco a poco. La profe Chelo murmura algo sobre la Ley de Educación, saca una petaca del bolso y bebe disimuladamente. Tampoco esta vez entra. Nos acercamos a un sepulcro de piedra, que nos llama la atención por la escultura de su tapa.

- Joder, aquí dentro debe haber un muerto -dice el guía-. Tengo miedo tíos, esto me da muy mal rollo. Sólo quiero ser como el Bisbal ése, bailarín y cantante. Nada más. No quiero estar rodeado de cosas antiguas, y mucho menos de muertos. Si me vuelven a mandar a este sitio, dimito. Me da igual lo que piense mi padre, por muy ministro que sea. Si yo fuera él destruía este lugar y montaba una disco. A fin de cuentas las discotecas son cultura, ¿no?, no, puede que no, no lo sé. Soy un ignorante.

Un compañero toca el sepulcro.

- No se puede tocar eso. Ni hablar, tíos. ¿De qué va esto? No puedes hurgar en una tumba. Igual vive un zombi o una puta momia, o yo qué se, y nos abduce, nos echa un rayo, o algo. Creo que me voy a mear encima. ¿Veis por qué no quiero este trabajo? No hagáis ruido. Podemos despertar al bicho. Vámonos de aquí.

Volvemos todos al cole. La profe Chelo mira el reloj y murmura algo sobre la consellería.








Nota aclaratoria. El anterior relato es lo que parece: pura ficción. En realidad debemos constatar que los guías del Museo de Pontevedra -cuya visita recomendamos encarecidamente- son grandes profesionales, y yo mismo he tenido ocasión de comprobarlo más de una vez. Lo mismo diremos de los profesores. La imagen, el Museo de Pontevedra; la música "La cuenta atrás" de "Los Enemigos".

3 comentarios:

  1. ajjajajajajaja, me ha encantado el relato, yo tambien quiero ser como el Bisbal ese, XDDDD, por un momento me lo llege a creer, pero es que dudaba tanto que un alumno de la eso escribiese tan bien, realmente mereceria formar parte de un capitulo de un buen libro, deberias desarrollarlo mas me ha gustado mucho, te vuelvo a recordar que debes leer a bucowski, Pulp concretamente, seguro que te gustara

    ResponderEliminar
  2. Lo tengo pendiente, pero no olvidado. Gracias por la recomendación y por tu comentario.

    ResponderEliminar
  3. Yo fui al museo con en colegio de Campolargo y nos atendio ese guia loco...iba todo el rato cantando Corazón Latino.

    ResponderEliminar