miércoles, 7 de abril de 2010

El último niño prodigio.


Lejos de pasar las vacaciones de Semana Santa dedicado a la desidia o a conocer Austria, como sin duda habréis hecho la mayoría de vosotros, aparte de atender a las obligaciones de todo buen cristiano, he dedicado estos días a la contemplación del arte del nuevo Mozart.

No nace un niño prodigio todos los días. El talento, habitualmente, ha de cultivarse, desarrollarse, madurar, por innato que sea. Alcanzar la excelencia suele exigir cierto proceso de maceración. Pero muy de vez en cuando, surge un portento que se salta esa etapa y nos deslumbra hasta el embelesamiento. Es el caso de este niño cuyo nombre ni conocemos todavía, pero cuya magistral interpretación, apenas una pequeña muestra del grado de perfección que ha alcanzado, podemos contemplar hoy a golpe de ratón.

Si hoy, apenas un niño, ha logrado revolucionar el concepto de arte hasta estos extremos nunca soñados por la humanidad, ¿a dónde llegará en el futuro?, ¿dónde están sus límites? En las últimas seis o siete décadas la música ha sufrido diferentes reinvenciones: Elvis o The Beatles nos han enseñado que el arte no tiene techo. Han sido para la música lo que Picasso o Warhol  para la pintura.  Pero el increíble caso que presentamos hoy supera todo lo conocido y todo lo imaginable. Sin ningún género de dudas, y estoy muy seguro de lo que digo, desde Mozart no surgía un prodigio como el que hoy damos a conocer en Glub.

Pero no debemos perder ni un segundo más. Os dejo con el niño. El Arte, con mayúsculas, del presente milenio.

2 comentarios:

  1. La epilesia se manifiesta de muchas formas.

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  2. ¿Este prodigioso niño, o lo que sea, no e nos estará intentando decir algo sobre Maciel?
    Traumado, definitivamente, debe estar.
    Animaliño.

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