domingo, 27 de junio de 2010

El Tubo de Mirar. Noveleta humorística.. Capítulo XX.

El Tubo de Mirar.


Capítulo XX: Una antigua historia Real. 


Comprenderá más adelante, Doctor Padín, al llegar este relato a su término, que las circunstancias en que me hallo al escribirlo no son ni mucho menos cómodas o placenteras, ni siquiera llevaderas, y me quedan todavía tres días, hasta el próximo jueves. El caso es que al ritmo que escribo tardaría apenas unas horas en llevar esta aventura hasta este mismo momento, y no quiero. Quiero finalizarla el mismo jueves, y no tengo otra cosa que hacer hasta entonces que escribir, comer y beber, de tal suerte que ademas de racionar la comida y la bebida debo estirar la escritura. De cualquier otro modo convertiría las últimas páginas en el novelar de una agonía, y tampoco quiero. Además, necesito distracción.

¿Sabe usted de donde procede el marquesado del Valle de Ostende? No, seguro. Es una historia real, acaecida siglos ha, la de un valiente hombre, mi antecesor, que prestó inimaginables servicios a su señor, el rey. Puedo parecer pretencioso si digo que gracias a mi familia la historia de este país no se escribe con otras palabras pero el caso es que así es. Quién sabe lo distinto que hubiera sido todo si el señor aquel no hubiese tenido tan gran vasallo. Aquel lejano ascendiente mío, llamado Romualdo del Río, también nombrado Romualdo el Hideputa fue el primero de una saga que llega hasta estos días encarnada en mí. Era el Porquero Mayor de Don Bartolomé do Porto, un noble portugués enfrentado a su Rey y al de Castilla, casado con Doña Ana la Veleidosa. Don Bartolomé no prestaba atención a Doña Ana y desplazaba sus preferencias hacia un hidalgo llamado Pedro el Afeminado, de quien se decía que era uno de los diecinueve hijos varones del obispo de Valença, João el Promiscuo. El Rey de Portugal, en connivencia con el de Castilla pretendía hacerse con las tierras de Don Bartolomé do Porto para incorporarlas a sus dominios. Bartolomé, fingiendo interés en congraciarse con el Rey de Portugal, le envió unos cerdos apestados, especialmente criados por su porquero, diciéndole que eran los mejores cerdos de su porqueriza. El Rey y su familia murieron a los pocos días de ingerir los puercos y de esa manera don Bartolomé se hizo con el trono de Portugal y nombró a su porquero mayor Conde de Caminha. Ese fue el primer contacto de mi familia con la nobleza aunque ni mucho menos el último. Poco más se sabe de aquel primer del Río, autor de la receta de los morritos de lechón que se ha transmitido a cada generación de los del Río, y que guardamos tan celosamente.

Dos siglos mas tarde, en el XII, aparece otro del Río descendiente de aquel. Se trata de Salvador del Río el Poeta. Era un caballero a las órdenes del señor de Soutomaior, ya en tierras de Pontevedra. Había perdido el título y las tierras de Romualdo, no se sabe bien por qué y ahora guerreaba contra la monarquía lusa. De sus virtudes como poeta solamente se conserva un pequeño fragmento de los versos de un cantar:

Ai meu amigo
Xa non me beredes mas
pois perdestes los dous ollos
en un lance sin fortuna
ni eu veré máis a vos
pois estais desfigurado
y me causa desagrado.

Ai meu amigo
Xa non me beredes más
ni eu beré máis a bos.
Erades home xentil
e las damas te adoraban
e tus fillos xa sen pai
e túas muxeres sen home
pois quedaches sin coxones
en un lance sin fortuna.

Ai meu amigo
xa non me beredes máis
ni eu veré máis a bos.

Sus virtudes como poeta no desmerecían en absoluto de su valor como caballero, tal como demostró al asaltar la fortaleza del arzobispo de Tui, a quien encerró en una torre colgando de los tobillos. Alonso el Poeta mandó avisar al señor de Soutomaior. Este tardó tres meses en llegar hasta allí para tomar posesión de la plaza, tiempo que Salvador empleó en desmenuzar albaricoques para la preparación de la fiesta del solsticio de verano. Cuando por fin llegó el de Soutomaior a Tui nombró capitán al Poeta y lo dejó al mando de la plaza con instrucciones de que negociara el rescate del arzobispo en tanto él emprendía la conquista del reino de León. Salvador el Poeta murió poco después apuñalado en la barriga por su propio hijo, Alonso el Parricida, Alonso del Río. En los últimos momentos de su agonía pidió absolución al arzobispo, quien por supuesto se la denegó aduciendo que las absoluciones eran impracticables y, más aún, no válidas, si el que las concedía se encontraba boca abajo pues podían constituir un acto de herejía. Alonso el Parricida, temeroso de las represalias que contra el podía tomar el señor de Soutomaior, liberó al arzobispo, aliándose con él en favor del Rey de Castilla y contra el de León. Viviendo grandes aventuras consiguió llegar al monasterio de Palencia donde el monarca castellano pasaba unos días de oración y ayuno. Este Rey, Pedro III el Taciturno VII era hijo de Juan IV el Taciturno VI y acogió a Alonso el Parricida como si de un hijo se tratase, lo que le costo la vida, pues Alonso lo apuñaló en la barriga tras haber dejado embarazada a la Reina Ana de Windsor esposa de Pedro III y hermana del Rey de Inglaterra. Tuvieron un hijo y la Reina, que tomó posesión del trono como Ana III la Inglesa, nombró a don Alonso Marqués del Valle de Ostende. Al morir Ana misteriosamente apuñalada en la barriga fue sucedida por su único hijo, Alonso II el Putativo, pero al ser menor de edad, su padre el Marques del Valle de Ostende asumió la regencia de Castilla durante unos años. Se casó con una noble gallega, hija del arzobispo de Tui, su aliado y tuvieron otro hijo que fue el segundo Marqués y se estableció nuevamente en Pontevedra, ciudad de la que nunca salieron más los del Río. Hubo desde entonces muchos del Río que ennoblecieron la casta y le fueron dando abolengo, pero esas ya son otras historias.


4 comentarios:

  1. Rodrigo, ¿interpreto bien si tengo la impresión de que se acabó ´´El tubo de mirar?
    Yo aun no he sido capaz de entender que diablos era ese tubo, aunque seasolo para los mas incultos, dinos que era ese cacharro.
    Celtas Cortos, Mangíficos, buen recuerdo.
    Mersí bo cú

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  2. Santano, creo que faltan un par de capítulos, o un capítulo y un epílogo. En cuanto al Tubo de Mirar, debe ser algo así como una especie de microscopio cojonudo que permite estudiar un objeto con un aumento mil millones de veces superior al más potente de los microscopios, o algo así. No lo tengo muy claro. En esta noveleta, el Tubo es un Macguffin. Y un Macguffin es ésto:

    http://es.wikipedia.org/wiki/Macguffin

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  3. Rodrigo, me has dejado perplejo, como que un par de capítulos, les llames epílogo o lo que sea.
    ¿Que será de mí?
    Por cierto, no entendí los del Macguffin, y eso que fuí a Mac Donald´s y lo pedí, incluso expliqué que era una de las comidas favoritas de Alfred Hitkok, pero no sabían, deben ser nuevos.

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  4. Me he divertido muchisimo.Me ha gustado.No tienes precio para historiador divertido.

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