Principios y finales

Hablábamos el otro día de principios y finales de novelas. También hablábamos de un pastor que se enamoró de su oveja, pero para escuchar eso hay que ser directivo del Ateneo. Preocupado por el asunto (de las novelas, no de lo otro), tomé las obras más populares de todos los tiempos: el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Cierto que no son dos novelas, sino recopilaciones o selecciones de ellas, pero ya que suelen presentarse como dos libros, así los trataremos en el presente ejemplo.

El Antiguo Testamento empieza así:

"En el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra, empero, estaba informe y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo; y el espíritu de Dios se movía sobre las aguas."

Es un comienzo magnífico el del Génesis. Podría valer para una obra tipo El Señor de los Anillos o algo parecido.  Y tiene también su aquél de ensayo histórico. Un pronóstico sobre el pasado probable y un arranque digno de la mejor novela fantástica.

El final del Antiguo Testamento pertenece al libro de los Macabeos. Para contradecir, por cierto, a quienes sostienen que la novela de no ficción es un invento de Truman Capote, valga el ejemplo de éste y otros libros del Antiguo Testamento. Pero ahí va el final, que es lo que buscamos:

"Pues, así como es cosa dañosa el beber siempre vino, o siempre agua, al paso que es grato el usar, ora de uno, ora de otra; así también un discurso gustaría poco a los lectores si el estilo fuese siempre muy peinado y uniforme. Y con esto doy fin."

Una verdad como un templo y de paso una lección de estilo con invitación al consumo responsable de alcohol. Simplemente formidable. No veo mejor manera de acabar una obra. La última frase, magistral.

El Nuevo Testamento empieza con el Evangelio de Mateo. Se cae desde el primer párrafo:

"Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. Abraham engendró a Isaac. Isaac engendró a Jacob. Jacob engendró a Judá y a sus hermanos. Judá engendró a (...)"

Sigue con engendros de unos y de otros hasta llegar a Jesús. Sé por experiencia que no hay nada más aburrido de leer que una genealogía. Justo es decir que la obra de Mateo cobra después la suficiente fuerza como para hacernos olvidar tan mal comienzo.

El Apocalipsis es el último libro del Nuevo Testamento. Lo recordamos porque es la obra que viene acojonando a los cristianos desde hace dos mil años. San Juan, nos da también un consejo para escritores, en este caso muy práctico: cómo amenzar a tu editor.

 "(...) Y si alguno quitare cualquiera cosa de las palabras del libro de esta profecía, Dios le quitará a él del libro de la vida, y de la ciudad santa, y no le dará parte en lo escrito en este libro. El que da testimonio de estas cosas dice: ciertamente yo vengo luego. Así sea. Ven, ¡oh, señor Jesús!

La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén."

Amén. Yo creo que para ser un gran final le sobra la última línea, pero en fin. Juan, que es el autor de este libro de terror, debería ser el santo patrón de los escritores. Y los escritores deberíamos decir eso mismo siempre a nuestros editores: "si quitares cualquiera cosa de las palabras de mi libro, Dios te quitará a ti del libro de la vida y no te dará parte en lo escrito en este libro".