Teddy

Dicen que Bela Lugosi se sumergió de tal manera en su papel que acabó sus días creyéndose Drácula, hasta el punto de hacerse enterrar con uno de sus trajes de vampiro. El riesgo que corre un artista de ser devorado por su propio personaje.

Lo mismo le sucedió a Teddy Bautista. Él era cantante de un grupo aceptable llamado Los Canarios. Y eso fue hasta que un día aceptó ser Judas en el musical Jesucristo Superstar. La crítica dijo entonces de él que era un Judas enorme, mucho mejor que el Cristo de Camilo Sesto.

Fue hacer de Judas y traicionar todo lo que había sido. Entró en la SGAE; abandonó su profesión, dejó tirada a su mujer, que hoy se dedica a la mendicidad. Empezó a perseguir a pobres peluqueras y grupos escolares de teatro. Envió espías a bodas para exigir derechos de autor sobre la música que amenizaba el evento e impuso el maldito canon que yo tengo que pagar cada vez que compro un CD virgen para  copiar un texto de mi autoría. Mi último libro me llevó unos siete de esos, pues cada vez que tenía que hacer mis entregas periódicas a los editores, más la traducción al castellano y las respectivas correcciones, tenía que pagar el canon de Teddy, por lo que ese chiringuito que montó la SGAE me pertenece en parte.

Y no contento con todo ello se tiró al monte, estafando a los propios artistas a quienes decía defender a capa y espada, utilizando el dinero de sus derechos de autor, cientos de millones al parecer, para montar un tinglado empresarial que será difícil desmadejar.

Detrás de cada artista hay un personaje, pero casi todos los demás lo dejan en el camerino, se desprenden del maquillaje y las lentejuelas y se van a casa en vaqueros a ejercer de personas normales. Teddy no. Él, como Bela Lugosi, fue fagocitado por su Judas. Todo ello presuntamente, quizás.

Podemos escuchar la voz de Teddy doblando al Judas de la película Jesucristo Superstar. Judas es el negro, no veo por qué.