Por Manuel Pérez Lourido
Parece que se ha puesto de modo tirarse a una piscina. Televisan
semejante hazaña en horario de máxima audiencia con desorbitadas
cantidades de espectadores o con espectadores con ojos desorbitados y
bocas abiertas en posición de revista.
Por una respetable cantidad de euros, personajes pertenecientes a
diversos estadíos de la llamada popularidad (la televisiva, la
televisada) se dejan filmar en traje de baño y precipitándose a una
piscina tras haber ensayado los saltos con profesionales de la
materia. Mientras cruzan de una forma no siempre grácil el espacio
que les separa del agua, la adrenalina acude a raudales, puntual en
esos trances y su inmersión es celebrada (supongo) con aplausos del
público o risas alocadas, justo el rumbo que va a empezar a tomar
este texto.
Cómo
hemos llegado hasta esto carece de importancia: el asunto es cómo
vamos a salir. Nada en contra de los reality shows, pero nada a
favor. Los de este no nadan mucho: lo justo para salir, tiritando, de
la piscina. (Espero que sea tiritando), (bueno, no, deseo que
sea tiritando) (que se ganen la pasta con su piel de gallina).
Propongo el lanzamiento de gallinas a una piscina circular (el torpe
vuelo de estos animalitos así lo aconseja) y el premio para la
primera asociación contra el maltrato animal que se persone para
boicotear el evento.
Sigamos con los programas de telerrealidad (juro que les llaman así).
No se trata de una realidad que está lejos, sino entre nosotros:
cada uno llevamos dentro un participante en Gran Hermano. Un día
cualquiera, un bajón en la ingesta de nocilla y, tate, nos vemos en
un casting. Me han dicho que aún permanecen ingresados los
responsables del casting del primer GH y que la terapia no parece
surtir efecto, pues sufren recaídas con cada edición.
Cualquier tipo de simulación de realidad se desvirtúa en el momento
en que quien la realiza es consciente de que está siendo grabado.
(Primera ley de Aristóteles II de Cuspedriños).
Hay otras leyes, pero poca gana de compartirlas. (Lema de las tribus
Cutres de Costa Rica).
Nadie sabe adónde puede llegar el ser humano en su inveterada
costumbre de aparearse con la estupidez para alumbra una progenie de
insensateces e ineptitudes inabarcable. Todo muy in en los
tiempos que nos corren a palos día sí, día también.
Llegados a este punto y aparte (el precedente) toca pedir a Dios
misericordia (los creyentes) y mucho ánimo a Dawkins (los ateos).
Para los agnósticos la cosa está más cruda: les gusta masticar
mucho las dudas.
..."Para los agnósticos la cosa está más cruda: les gusta masticar mucho las dudas"
ResponderEliminarIgualito que una corteza de cerdo que vienen en bolsas; nunca sabes si está rica o no, pero sigues probando.
¡Genial la frase Manuel! Me la apunto, robo y distribuyo con o sin permiso copyrght