Por Manuel Pérez Lourido
Como
si fuese esto un ascensor o la sala de espera del médico, hablaremos
del tiempo. Concretamente del tiempo atmosférico, ese tema de
conversación que nos viene ocupando desde el pleistoceno. Claro que
entonces todo era quejarse del frío, con tanta glaciación. Ahora ya
no sabe uno ni de que quejarse, por eso nos quejamos pase lo que
pase: nunca llueve a gusto de todos. Claro que los gallegos nos hemos
especializado en quejas según el tipo de lluvia: que si caen chuzos
de punta, que si este calabobos te acaba empapando, que si está
lluvia no es nada, lo malo es el viento... lo cierto es que si alguna
duda quedaba de que en Galicia llueve de carallo, o sea, llueve con
rotundidad de “elles” cayendo sin misericordia sobre las vocales,
hemos tenido este invierno, de octubre a mayo, que es lo que ha
durado, más de mil litros por metro cuadrado en algunas zonas. En
diciembre llovió 17 días de los 31, en enero 19 y en febrero 13 de
28. Después vino Marzo que batió records mundiales. En Abril y Mayo
siguió lloviendo, claro. Ahora en Junio, he visto despistados en el
super preguntando por los árboles de navidad.
Dice alguna gente de barba y gafas, de ambos sexos, que pasan por
expertos, que esto se debe a que la circulación atmosférica se
produce de oeste a este por lo que la mayor parte de las borrascas
generadas en el Atlántico entran en la Península precisamente por
aquí. Cago en Soria. El Cason, el Urquila, el Mar Egeo, el Prestige
y las borrascas del Atlántico: todas las desgracias vienen a dar
aquí. Y luego se las mandamos para abajo (Francisco Franco
Bahamonde, Manuel Fraga Iribarne, Mariano Rajoy Brey...). Somos la
pera los gallegos.
Pero está clarísmo que todo obedece al cambio climático: fíjense
en el bigote de Aznar. Eso no es normal, eso tiene que ser producto
de fuerzas fuera del alcance de la ciencia humana, al arbitrio de los
caprichos de la naturaleza. Por cierto, Aznar empezó negando el
cambio climático desde la FAES, (volviéndonos a algunos fervorosos
defensores del mismo ipso-facto) para aceptarlo en cuanto lo
nombraron presidente de asesores de Global Adaptation Institute. De
hecho, que nombren a Aznar asesor de algo es otra prueba de la
existencia del cambio climático.
A
escasos días de la entrada del verano andamos con el chubasquero a
cuestas, mustios pero mojados, soñando con patitos de goma y
caravanas hacia la playa. Nuestros amigos franceses, siempre tan
majos ellos, nos aventuran un verano sin sol y uno piensa, sonriente,
“mecago en la madre que los parió”.
La culpa la tienen los rusos con sus experimentos. Lo sé
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