martes, 2 de julio de 2013

ENTRENADORES





Por Manuel Pérez Lourido


A los entrenadores de fútbol se les suele llamar “técnicos”. Menuda estupidez. En todo caso habría que llamarles “tácticos”. Y, dado el divismo imperante en los vestuarios, la mayoría se tienen ganado el tratamiento de “monseñor”.
A estea denominación escaparían entrenadores de proverbial mala leche como Clemente, Capello o Mourinho. Gente, además, a la que se le entiende todo lo que dicen. Suelen ganarse la antipatía de la prensa deportiva porque los periodistas no están acostumbrados a que les golpeen las verdades como puños.
Hay equipos de fútbol tan buenos que parece que ganarían aunque tuviesen al frente a Cañita Brava. Pero se trata de un espejismo. La gran tarea del “míster” (otra forma atrabiliaria de referirse al oficio) consiste en lograr que el futbolista, joven y millonario, piense en jugar al fútbol. Enfrascados en esta tarea titánica, los buenos entrenadores acaban agarrándose cabreos de mil pares de narices. Unos los disimulan y otros no. A unos los pinchas y te meten el dedo en el ojo y a otros no les sacas ni una gota de sangre.
El entrenador es un tipo de ser humano que vive con una maleta a medio hacer y la libreta de un plan de pensiones en la cartera. Su principal enemigo en esta vida es el árbitro, la mala suerte, las inclemencias meteorológicas, la mala suerte, el estado del césped, la mala suerte...
los entrenadores de fútbol tienen un punto paranoico que les hace ver enemigos por todas partes: en el vestuario propio (donde más abundan), en la junta directiva del club, en el equipo médico.... son una especie de llaneros solitarios cuyo destino será ser manteado: si ganan por haber ganado y si pierden por haber perdido.
El mundo de los entrenadores es un misterio: algunos parece que no hacen nada, parece que no tienen ni idea de fútbol, parecen incluso parvos, pero consiguen éxitos incuestionables. A otros les encanta llamar la atención y terminan haciendo de pimpampúm y comidoso por la bichería.
El mejor entrenador que un sevidor vio en su vida ni siquiera entrenaba. Andaba dando vueltas por la Ciudad Deportiva del Real Madrid y por los despachos, hasta que echaban al entrenador del primer equipo. Por demasiado listo o por demasiado tonto, que es por lo que suelen echarlos. Entonces lo ponían a él al frente y terminaba ganando lo que quedase por ganar hasta final de temporada. Luego fichaban a otro, y cuando se lo cargaban, volvían a acudir a él. Le sucedió esto con Miguel Muñoz, Miljanic, Boskov y Amancio. Al final, aburridos, los dirigentes del club le dieron la medalla de oro y brillantes. Este genio en la sombra se llamaba Luis Molowny. Don Luis Molowny.


No hay comentarios:

Publicar un comentario