martes, 3 de septiembre de 2013

CON LA CRUZ A CUESTAS



Por Manuel Pérez Lourido



Salta la noticia de la página digital como una salpicadura fresca de agua salada en esta canícula atroz: un ser humano de 50 años, natural de Nerja, se ha echado a la calle con una cruz de 10 kilos a cuestas para arrastrarla desde Málaga hasta Gibraltar, donde estará 24 horas en oración y ayuno para pedir por la solución del conflicto de Peñón.
¿Quién puede resistirse a escribir algo sobre esta noticia?.
Portará carteles con este ambicioso lema: “No más hambre, no más guerra, paz en el mundo”. Grande es la fe de este buen hombre, que quiere convertir la tierra en el hall del paraíso. Y es que se dejó fuera las enfermedades y un par de detallitos más, si no...
No seré yo quien ponga un pero a alguien que se muestre dispuesto a ayunar y a orar para interceder por la justicia aquí, en este valle de lágrimas (y menos si ese alguien se llama Justo, como este señor, que se tiene que sentir medio obligado); pero lo no que no acabo de ver es lo de la cruz.
A ver, ¿es que sus oraciones serán mejor escuchadas si carga con una cruz de tres metros de alto por dos de ancho, aunque con ruedas en la base?. Si es así, ¿por qué no le quita las ruedas y le añade un par de metros a cada palo?. O le pone pinchos toda alrededor, o le cuelga un radio casete con un cedé de los de OT en reproducción continuada...
Hay un pasaje muy revelador en Oseas 6:6 que ya les transcribo yo para que no salgan a estas horas a comprar una biblia: “Porque misericordia quiero, y no sacrificio” pone el profeta en boca del Altísimo.
Nadie puede dudar de que Justo Márquez, que ha caminado cuatro días con el madero colgado de su hombro, ha mostrado esa “virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los trabajos y miserias ajenos”, que es la definición de “misericordia” de la RAE. La duda es si tal sacrificio resulta imprescindible.
Imaginemos, por un momento, que tal iniciativa es copiada por un afiliado de un partido político cualquiera. A ver, así al azar, el PP, venga. Imaginemos que un entregado militante de PP quiere pedir para que “se arregle lo de Bárcenas”, así en plan que Dios se las apañe para ver qué quiere decir eso exactamente. ¿Vale con una cruz como la del señor de Nerja?. ¿Tiene que llevar una cruz como esa pero a la pata coja?. ¿Debería incluir un cilicio?.
Imaginemos ahora a don Juan Carlos de Borbón y Borbón-Dos Sicilias: ¿qué cruz tendría que cargar para arreglar lo de su yerno y lo de su hija?. Borren esto último.
Si la mortificación fuese necesaria para que nuestra oraciones se escuchasen mejor, o con mayores decibelios, o de una forma más comprensible o elocuente, andaríamos por ahí con el cuerpo marcado y ojos de cordero a punto de ser degollado.
Este penitente andaluz ha contado que tuvo que dormir dos noches en la calle porque su iniciativa no despertó los apoyos que esperaba. ¿Qué esperaba este hombre?. Otra cosa es que estuviese pidiendo por la victoria en Champions de su equipo favorito, que le sobrarían manos para llevar cien cruces...




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