Hay gente que está mal asesorada. Por aquí hemos tenido esta
semana varios casos. Rajoy, por ejemplo. El otro día se fue a Meis y se bañó en
una playa fluvial que se llama Pago Negro. Yo soy él y pongo a todo su gabinete
de comunicación en la calle. Primero por no advertirle de la inoportunidad de
fotografiarse semidesnudo en un lugar que se llama así, Pago Negro. Luego por
las propias fotos. Un asesor eficiente se lo hubiera dicho: “Presidente, no
puede usted ir a una playa llamada Pago Negro. Además, cuando abre mucho los
ojos, que es algo que hace usted habitualmente, se le pone cara de pescado. Si
lo metemos medio en bolas con ese gesto saliendo del agua, la foto será
terrible”. Por si fuera poco, no mucho antes un vecino de la zona denunciaba un
vertido tóxico en esa misma playa, en la que habían muerto varios peces.
Fernando Oubiña, que así se llama el denunciante, declaró a la periodista
Susana Luaña: “É raro; porque tiñan
como un fungo arredor, como os dos peixes dos acuarios cando enferman”.
Luego un especialista le dijo a Luaña: “Eu máis ben penso que están enfermos, o que non
sabemos é a causa da enfermidade”. La crónica continuaba diciendo
que el especialista “sospecha que se están contagiando unos a otros, y que ese
hongo que los rodea es una prueba más de que algo grave les ocurre a los peces
del río Umia”. Es decir, que Rajoy se bañó semidesnudo entre peces que tienen
una grave enfermedad contagiosa, poniendo cara de pescado en una playa que se
llama Pago Negro. Desde entonces no puedo mirar a Rajoy sin imaginármelo
enfermo, nadando en un gran acuario. Cierto que los asesores reaccionaron a
tiempo y para reparar el desastre se lo llevaron a comer a un sitio llamado
Badulaque. Así pasa Rajoy sus vacaciones en Galicia: entre el Pago Negro y el
Badulaque. Al menos al Badulaque lo llevaron vestido, lo que ya es un logro.
Pues eso, mal asesorado, como los tres excompis de María
Rey, concejala y líder hasta hace unos días de Ciudadanos en Pontevedra. Pues
van los tíos, la echan de su cargo como coordinadora, la acusan de tener un
pacto secreto con el alcalde Lores y de invadir Palestina, piden su dimisión y
exigen que entregue el acta. Desde arriba les dijeron que de eso nada. Que
María Rey sigue siendo su persona en Pontevedra, que no tiene un pacto secreto,
que no ha invadido Palestina y que en cosa de un par de meses, o ni eso, se
reorganizarán las estructuras del partido, lo que previsiblemente dejará fuera
a los rebeldes. La respuesta de los tres díscolos, en lo que parece una
revuelta de mosquitos, ha sido la de pasar a la clandestinidad y poner a parir
a la dirección del partido, aunque ya sin dar sus nombres ni sus apellidos. La
carrera política de estos tres se ha terminado esta semana, al menos en
Ciudadanos. Cualquiera les hubiera dicho que las cosas no se hacen así, que hay
líneas rojas que en ningún partido se pueden traspasar, y la primera de ellas
es la de nunca dar un golpe de mano si no se tienen apoyos; la segunda es la de
no meterse con el propio partido al que se quiere representar ni con los
líderes nacionales que no han dicho aquello que se desea escuchar. Si hay algo
que en política no funciona es el suicidio. Han conseguido, eso sí, unas
cuantas portadas en las que se lee que la dirección de Ciudadanos respalda a
María Rey, lo que no le viene nada mal a María Rey, que en cuestión de semanas
recuperará un liderazgo que sólo ha perdido de manera formal y momentánea.
La pregunta es si los tres excompis de María Rey creían que
el partido los respaldaría a ellos, o que la militancia se iba a reunir en masa
para apoyar la revuelta, o que se iba a incendiar Pontevedra, como si
Pontevedra no tuviera otra cosa que hacer que preocuparse de los problemitas
internos de un partido que nació anteayer y de momento tiene una concejala. El
recorrido mediático de este asunto, o mucho me equivoco, o hasta aquí ha
llegado. Y le han hecho de paso a la concejala el favor de su vida: podrá
trabajar los cuatro próximos años sin preocuparse de una oposición interna que
ha tardado tres meses en lanzarse al abismo. De toda la vida de Dios, en
política como en muchos otros ámbitos, la lucha por el poder se libra con
paciencia, buscando apoyos y consensos, nunca saltando de la trinchera antes de
tiempo. El primero en lanzarse sin cobertura a un campo minado es el primero en
saltar por los aires. Carne de cañón. Nadie además lo recuerda como a un héroe,
sino como a un inconsciente que no sabía lo que hacía. Claro que no voy a dudar
de la limpieza de sus intenciones, pero la estrategia ha sido tan absurda como
equivocada y el resultado queda a la vista. Pues eso: mal asesorados, como
Rajoy, aunque es de suponer que a diferencia del presidente, en este caso los
de C’s se asesoraron entre ellos, que si llegan a tener a su alrededor a todo
un equipo de zumbados la cosa sería peor.
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