Estábamos, no mucha gente, el miércoles pasado en un acto
contra la violencia machista, creo que organizado por la Plataforma Feminista,
en A Peregrina. Dado que aquello se celebraba en el más absoluto silencio,
todos pensábamos en lo que aleatoriamente nos venía a la cabeza, que entiendo
era la finalidad del asunto, mover a la reflexión de la concurrencia.
Pues a mí lo que me vino a la mente fue el día en que los
Payasos de la Tele vinieron a Pontevedra. Gaby, Fofó y Miliki, tal vez ya con
Fofito, que mi memoria no llega a tanto, actuaban en el Pabellón y toda la
infancia pontevedresa, entre la que me encontraba, estaba en ascuas. Llegado el
día, con el local abarrotado de felices padres y madres, niños y niñas, los
artistas interpretaron una de sus canciones más celebradas, ‘Los días de la
semana’, que contaba la historia de una niña que nunca podía jugar porque tenía
otras cosas que hacer, según el día: los lunes tenía que planchar, los martes
limpiaba, los miércoles lavaba, luego cosía, barría, guisaba, y al llegar el
domingo, obviamente, rezaba. Al llegar al estribillo, Fofó iba sacando
alternativamente los elementos necesarios para realizar esas labores y todos
con él hacíamos ademán de planchar o de barrer mientras cantábamos: “Así
barría, así, así, así barría que yo la vi”.
Eso fue en los años setenta, con Franco todavía vivo, o
quizá agonizando o recién muerto, no lo recuerdo. La canción aquella, que
contaba la terrible historia de una niña que pasaba todos los días de todas las
semanas de su vida haciendo todo aquello contra su voluntad y su naturaleza,
era una de las que más nos divertía. Obviamente los payasos no eran sospechosos
de ser machistas, pues su trabajo era precisamente el de llevar la felicidad a
los hogares de una España tan terrible como la letra de su canción.
Simplemente, ni ellos ni nosotros sabíamos lo que estábamos haciendo, que era
otorgar a la mujer el rol de sumisa ama de casa, algo para lo que debía
prepararse desde niña, como esclava, pues ésa y no otra habría de ser su
función en la vida.
Pero luego, con la llegada de la democracia, la cosa no
mejoró o incluso fue a peor. Toda España adoptó como himno de la Transición, de
las libertades y de la reconciliación un tema de Jarcha, ‘Libertad sin ira’,
que en una de sus estrofas dice esto: “Pero yo sólo he visto gente que
sufre y calla. Dolor y miedo. Gente que sólo desea su pan, su hembra y la
fiesta en paz”. La “gente” eran los hombres que querían vivir la vida tranquilamente,
sin ser oprimidos, junto a sus “hembras”, que lógicamente los lunes planchaban,
los martes, limpiaban, y así. Lo más desgraciado del asunto es que aquella
letra era la que reflejaba las esperanzas de millones de españoles en la
reconciliación y en la llegada de una vida, al fin, plena de derechos para
todos (aunque no para todas).
Mas tarde, ya en los ochenta, disfrutamos la Movida Viguesa
yendo a conciertos de Siniestro Total y coreando alegremente temas como éste:
“Hoy voy a asesinarte, nena, te quiero pero no aguanto más. Hoy voy a
asesinarte, nena, no me volverás a engañar”. Por aquella misma época, todos y
todas recorríamos los pubs de Pontevedra y de toda España bailando una
magnífica canción de los Ronaldos: “Estás haciendo mal al dejarme pasar; estás
haciendo mal y no sé lo que va a pasar. Tendría que besarte, desnudarte,
pegarte y luego violarte hasta que digas sí”.
Nos enamorábamos con ‘Una de dos’, el temazo de Aute que
bailábamos arrejuntados mientras nos contaba la historia de un hombre que
acudía a la pareja de la mujer deseada proponiendo compartirla, sin que la
mujer tuviera conocimiento del asunto: “O me llevo a esa mujer o entre los dos nos
organizamos, si puede ser”. Por si la propuesta no era aceptada, ofrecía una
alternativa espantosa: “Una de dos. O me llevo a esa mujer o te la cambio
por dos de quince, si puede ser”.
No hace falta documentarse demasiado, pues los casos son
infinitos. Tampoco es necesario buscar ejemplos en el reguetón, en el rap o en
el vallenato, ni acudir a artistas especialmente transgresores. Basta con tirar
de memoria y salen nombres de grupos famosísimos que interpretaban temas de
éxito y que copaban las listas de ventas. Un Pingüino en mi Ascensor, por
ejemplo, un grupo muy cursi, muy pijo y muy malo, alcanzó la fama con una melodía
festiva que contaba alegremente una violación en un ascensor. Tras advertir a
la víctima de la inutilidad de pulsar el timbre de alarma y notificar que sus
padres no la van a oír por mucho que grite, continúa el cantante: “Deja de
llamar a la portera, contigo no hay manera. Yo que puse toda mi
ilusión en esta violación”.
Podríamos seguir hasta la eternidad. Los Planetas: “Así que
ya sabes que espero que acabes pegándote un tiro cuando veas lo imbécil que has
sido”. Platero y Tú con una canción que empieza así: “Me ha cogido la madera, a
mi novia yo he matado. No saquéis fotografías, tengo el cuerpo ensangrentado”,
y termina a lo grande: “No
quiero que con su sangre puedas
escribir mentiras. La maté porque la amaba. La maté porque era mía”. Es que el
tema es una crítica a los periodistas, no al asesinato machista. The Refrescos,
conocidos por ‘Aquí no hay playa’, interpretaban ‘Te pego una paliza que te
vuelvo loca’, explícito título de un tema en el que se dice: “Te rompo las
piernas, te parto la boca, te pego una paliza que te vuelvo loca”. Loquillo
saltó al estrellato definitivo con ‘La mataré’: “Sólo quiero que una vez algo
la haga conmover. Que no la encuentre jamás, o sé que la mataré. Por favor, sólo
quiero matarla a punta de navaja, besándola una vez más”.
No me parece a mí
que estos artistas, o la mayoría de ellos, sean culpables de nada de lo que no
seamos culpables todos. Son transmisores de un mensaje y de una realidad que
pervive en una sociedad que ha recibido la educación que ha recibido. No soy
partidario de censurar nada ni a nadie. Si ellos han tenido éxito cantando
estas cosas es porque todas y todos las hemos consumido. Hemos disfrutado y lo
seguimos haciendo al escuchar y bailar temas que alaban palizas, abusos,
violaciones y asesinatos de mujeres, y lo mismo o más podríamos decir del cine
o de la publicidad que vemos a diario desde siempre. La mayoría de estos temas
son clásicos y se seguirán escuchando durante décadas. Baste ver las visitas
que estas canciones tienen en Youtube. Lo grave es que no generen rechazo obras
que enaltecen la violencia machista. Imaginemos qué pensaríamos si cualquiera
de estos artistas lanzara una canción que dijera algo así: “Cogeré una mochila
llena de explosivos, la meteré en un tren y mataré a toda tu familia en Atocha,
en el nombre de Alá”. Igual eso no lo bailábamos entre carcajadas. Pues ya
está.
No hay comentarios:
Publicar un comentario