domingo, 26 de abril de 2009

El mundo se divide en dos.

Eso le decía Clint Eastwood al Feo. El mundo se divide en dos. Entre los que cavan y los que tienen pistola.
En esa escena, por supuesto, Clint Eastwood tenía la pistola. El Feo cavaba y el Bueno apuntaba. Supongo que, en ese momento, el Feo estaba de acuerdo con la división propuesta por el Bueno, aunque no la considerara justa. Realmente en aquel cementerio el mundo se dividía en esas dos categorías. La mejor opción para el Feo, pues, era cavar, mientras que para el Bueno lo óptimo era apuntar al Feo para que cavase en su lugar. Buscaban un tesoro, los dos lo querían, claro, pero en aquel momento sólo uno cavaba mientras el otro mandaba cavar.

El mundo siempre se divide en dos. La perspectiva de un blanco de Oslo siempre será más optimista que la de un negro de Somalia. Eso creen los blancos de Oslo hasta el instante en que el somalí apunta a su barco petrolero con un lanzagranadas. A partir de ahí, entenderá que el mundo se divide en dos: entre los que son secuestrados y los que tienen lanzagranadas.

El mundo siempre se divide en dos, y uno de los dos siempre tiene las de perder. Aunque las tornas se cambien (puede aparecer un helicóptero de la marina USA y apuntar al somalí con un misil aire-tierra) uno de los dos siempre tiene las de perder.

El mundo se divide entre blancos y negros, entre hombres y mujeres, entre homosexuales y heterosexuales, entre creyentes y ateos, entre ricos y pobres.

Al final el mundo se divide, invariablemente, entre ganadores y perdedores.

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