viernes, 5 de junio de 2009

Las claves del humor.



















Yo sostengo que existe un único chiste, a partir del cual se ha desarrollado el reflejo de la risa.

Aunque podemos dedicar horas a analizar los tipos de humor y sus diferentes desarrollos, todos tienen un elemento común: un personaje viviendo una situación absurda, incómoda, inesperada o no deseada. Y todo se reduce a una escena: un personaje (o varios), haciendo el ridículo. Somos así de crueles.

Obviamente, no se pretende que con este texto adquiramos las claves que nos permitan convertirnos en excelentes humoristas, pero sí comprender cómo podemos potenciar un gag jugando con elementos básicos y haciendo economía de texto, viendo cómo quitando, añadiendo o moviendo apenas unas palabras una escena humorística puede ganar o perder eficacia.

Desconozco cual fue ese primigenio chiste. Quizás, sospecho, más que un chiste fue un gag involuntario. Imaginemos que ese gag, a partir del cual se desarrolló el sentido del humor es el que describimos a continuación y veamos cómo podemos describirlo de diferentes maneras:

"Va un gordo prehistórico y cae sobre una caca de mamut".

Vaya por delante que no soy muy aficionado al humor escatológico. De hecho, jamás lo he utilizado como autor, pero vale como ejemplo. Una escena como ésa sin duda pudo causar la primera carcajada, acaso cuando aquellos prehistóricos espectadores aún no habían desarrollado el lenguaje. A partir de aquel instante, de aquel primer gag, evolucionó el humor. Todos los chistes, todos los gags, todas las comedias son un desarrollo más o menos eficaz, más o menos sofisticado, más o menos absurdo de aquel primer chiste. Todo el humor, insistimos, tiene como soporte una situación absurda en la que, por lo general, se ve envuelto un semejante con el que nos identificamos. Como apreciaremos, nuestra primera situación cómica pierde la mayor parte de su efectividad si la cambiamos por esta otra:

"Va un gordo prehistórico y evita caer sobre una caca de mamut".

Aún así, tiene un rescoldo de gracia, por tres motivos. Primero, no podemos evitar pensar en lo que estuvo a punto de suceder, con lo que volvemos mentalmente a la escena original. Segundo, porque nos imaginamos a un personaje gracioso, nos reímos de su gordura. Si eliminamos ese elemento, renunciaremos en parte al efecto deseado:

"Va una persona prehistórica y cae sobre una caca de mamut".

Y tercero, porque la palabra "mamut" es graciosa. Mucho más graciosa que la palabra "animal", por ejemplo. Veámoslo:

"Va un gordo prehistórico y cae sobre una caca de animal".

Tiene el mismo efecto que cuando, simplemente, eliminamos la última palabra, dejando así la escena:

"Va un gordo prehistórico y cae sobre una caca".

También la palabra "prehistórico" tiene aquí un efecto potenciador, que se pierde si la eliminamos:

"Va un gordo y cae sobre una caca de mamut".

Es importantísimo, en este caso, el hecho de que caiga sobre una caca, que por proceder de un mamut imaginamos enorme. Si excluimos el excremento, tendríamos esta frase sosa.

"Va un gordo prehistórico y cae".

Aunque aún estaríamos a tiempo de arreglarlo:

"Va un gordo prehistórico y cae. Viene un mamut y hace caca sobre él".

Anularemos cualquier rastro de comicidad si añadimos a la escena un elemento trágico. Ejemplo:

"El niño huérfano tenía dos años. Murió cuando el gordo prehistórico que lo llevaba en brazos cayó sobre una caca de mamut".

El primer impacto anula así la efectividad del chiste. Y eso que no hemos evitado los elementos cómicos de la escena. El resultado es aún así casi el mismo que si lo hacemos:

"El niño huérfano tenía dos años. Murió cuando la persona que lo llevaba en brazos sufrió una caída".

Evidentemente no tiene ninguna gracia que un niño muera, sean cuales sean las circunstancias del suceso, y menos si es un huérfano de apenas dos años. Si sustituimos al niño por un adulto, la cosa cambia:

"El chamán de la tribu murió cuando el gordo prehistórico que lo llevaba en brazos cayó sobre una caca de mamut".

Ahí el efecto dramático no desaparece del todo, pero se solapa al devolver a la situación su elemento absurdo. Por un lado, ya no hablamos de un niño, lo que nos parece menos malo. Los chamanes, peronajes por lo general representados de una manera grotesca, son graciosos, por otro lado, y más si los imaginamos en brazos de un gordo. Y todavía más si es un gordo prehistórico.



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