miércoles, 20 de enero de 2010

Felipe II, Pontevedra y el vino.



Durante los años 1581, 1582 y 1583, Felipe II escribió varias cartas dirigidas a "nuestro regente de la nuestra audiencia del nuestro reino de Galicia". Tras título tan pomposo se escondía un señor llamado simplemente Antolínez. La primera carta, escrita el 19 de marzo, ya muestra el interés del Rey por suministrar vino a sus tropas:

" (...) por quedar las galeras de España que están en el rio della con mucha necesidad de vino, por hacer mucho que no lo bebe la gente dellas (...) conviene que sean proveidas dello con gran brevedad (...)"


El 22 de abril, pide más vino Felipe a Antolínez:

"(...) nos avisais que habían partido (...) hasta trescientas y veinte pipas de vino que estaban cargadas en Pontevedra lo harían en el primer tiempo para Lisboa (...)"

El 6 de mayo no pide vino, pero encarga "cinco o seis mil pipas"... para vino. El 20 de mayo vuelve a escribir el rey insistiendo en que envíe las pipas o bien madera "labrada o sin labrar" para "seis mil pipas o la mayor cantidad". El 28 de mayo insiste una vez más.

Antolínez debió escribir entretanto a Felipe diciéndole que el vino y las pipas costaban dinero, y no lo había, pues a 12 de junio vuelve a escribir el rey diciéndole que si no tiene dinero lo saque "de lo que menos falta hiciere para otras cosas".

Cinco días después, el 17 de junio, vuelve Felipe a la carga: "(...) si no hobieren partido los que traen el vino, hareis que lo hagan con el primer tiempo, sin perderle, derecho a la dicha Lisboa."

Por esas fechas, Antolínez envía vino, y Felipe se lo agradece el 29 de Julio:

"Las trescientas treinta y cuatro pipas de vino que teníades para enviar aquí, han llegado ya, y la diligencia que en todo poneis, os agradecemos mucho, y así os encargamos la continueis."

Tras unos meses de sobriedad, en diciembre vuelve el rey al asunto y pide "alguna provisión de vino para la dicha armada y gente que ha de servir en ella".

A 21 de enero, y estamos ya en 1582, pide más cantidad "de vino y pipas para agua y vino". Durante ese año no pide mucho vino Felipe, pero en noviembre Antolínez recibe la orden de enviar a comisarios y alguaciles por todos los rincones de Galicia para "embargar, proveer y tomar cantidad de vino", y pocos días después, insiste el rey:

"Aunque soy cierto de la diligencia que poneis en lo del vino (...) os he querido tornar á encargar y mandar con mucha instancia que pongais en todo ello lo que veis convenir (...)"

Y tres días después:

"(...) está bien que hobiésedes despachado comisarios á embargar vino para las mil y quinientas botas que se os encargó (...)"

12 de diciembre, insiste Felipe:

"(...) me avisais del vino que habeis hecho tomar y de todo el que teneis embargado (...)"

Pasan los años, y llegamos a 1583:

"(...) os he respondido y ordenado lo que se ha de hacer en lo del vino (...)"

En febrero insiste el rey. Quiere pipas. Tras una extensa carta en la que recuerda el celo que ha de ponerse en el asunto, acaba diciendo:

"En lo del navío francés corsario, que arribó a Puerto-Marín cerca de Pontevedra y echaron los del un portugués atado á la mar, (...) se verá lo que el dicho Lara de Buyea me escribió sobre ello."

Que es una manera como otra cualquiera de decir: "tú manda vino y lo del portugués atado y arrojado al mar ya se verá".

No acaban aquí las cartas de Felipe II al bueno de Antolínez pidiendo vino, pero con esto llegamos a lo que queríamos demostrar: que Felipe II construyó su imperio emborrachando a sus tropas con vino gallego embarcado en Pontevedra.

Y haremos una anotación. Si bien nos hemos centrado en el vino, en ocasiones, pocas, el rey también pide tocino, carne salada y, sobre todo, bizcocho, suponemos que para mojar en el vino.

La correspondencia de Felipe II a Antolínez, fue publicada en 1867 por la Real Academia de la Historia, y las podemos leer en la "Colección de documentos inéditos para la historia de España", volumen 50.

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