martes, 23 de febrero de 2010
Pontevedra. Ciudades con encanto.
- El de las guías de viaje es un género literario en sí mismo -le comentaba yo a mi amigo el Dalai Lama-, ¿no te parece?
-No -contestó él secamente.
Habíamos coincidido en Nueva York, él recabando apoyos políticos para la liberación del Tíbet y yo recaudando fondos para el Ejército Popular de China. Esa diferencia ideológica nunca supuso traba alguna para nuestra amistad, que estaba por encima de ideologías.
- La guía de viajes -continué yo- es diferente a cualquier otra obra. Quien escribe una guía de viajes nunca sabe a qué tipo de lector ha de enfrentarse. Por otra parte -añadí pensativo- cada párrafo, diría más, cada frase, ha de funcionar de manera independiente, informando y entreteniendo a un tiempo, pero sin perder su función como parte de un contexto.
Él no contestaba. Para mí que tenía frío en los pies. Quizás no estaba de acuerdo, puede que incluso no tuviese interés en la conversación. Supuse yo que como líder espiritual y pacifista no se atrevía a mostrar su desacuerdo o su aburrimiento.
-Lo que quiero decir, Dal -yo le llamo Dal, que es una abreviatura de Dalai- es que una guía de viajes no puede escribirse de cualquier manera. Ha de informar sin aburrir. Ha de ser amena y al tiempo despertar el interés y la curiosidad del viajero.
Dal seguía sin contestar.
- Además -continué- debe satisfacer por igual al lector más exigente como a quien no ha leído en su vida. Y ha de tener una cadencia rítmica que facilite la comprensión del viajero, y todo ello consiguiendo además despertar el ansia de quien busca aventura, gastronomía, cultura, Historia...
- He visto muchas guías de viajes-contestó al fin el Dalai con ese poso reflexivo que solamente adquiere quien ha experimentado varias reencarnaciones- y he de decir que no he encontrado en ninguna de ellas las cualidades que describes.
- ¿Has leído alguna escrita por Carlos Aganzo?, ¿eh?, ¿lo has hecho? ¡¿Lo has hecho?! -grité.
- ¡No! -reconoció Dal lloriqueando y tirándose de los pelos, o más bien sin hacerlo.
Mantuvimos luego un largo e incómodo silencio.
- ¿Estás ayudando a exterminar a mi pueblo? -preguntó al fin.
- ¿Y yo qué sé? -contesté a la defensiva- ¿de qué pueblo eres exactamente?
- Déjalo.
Dal se alejó, con su túnica naranja ondeando al viento. Hacía frío. "Debe tener los pies helados", pensé. No lo he vuelto a ver.
Reflexionaremos sobre ello mientras escuchamos a la Orquesta Mondragón, "Viaje con nosotros". De ahí a la librería, a comprar la guía de Pontevedra, de la colección "Ciudades con Encanto" editada por El País-Aguilar.
Etiquetas:
Humor.,
Pontevedra con encanto.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Para humor, el de Óscar Terol,
ResponderEliminarquien en una ocasión afirmó (y hay pruebas) que las guías de "el País-Aguilar, son "lencería fina"
http://www.youtube.com/watch?v=u7d6Ede5Wm0
Descojonante, un post magistral, estás que te sales.
ResponderEliminarMuy bueno.
ResponderEliminarMagistral, magistral que te cagas.
ResponderEliminar¿Le preguntaste al Dalai si tenía familia en la Lama?
ResponderEliminar