jueves, 25 de febrero de 2010
Pontevedra, la ciudad que traicionó a Manuel Quiroga.
En 2011 se cumplirá medio siglo de la muerte del violinista pontevedrés Manuel Quiroga Losada. Y ahí tenemos un problema que no deberíamos tener: no sabemos quién fue Manuel Quiroga Losada. ¿Cómo es posible que en apenas 50 años hayamos olvidado a quien fue una de las personas más famosas de su tiempo? Y no hablamos de una persona conocida en Pontevedra. Hablamos de uno de los personajes más conocidos en el mundo entero. Para hacernos una idea cabal, digamos que Quiroga alcanzó unos niveles de popularidad internacional comparables a los que hoy tienen Fernando Alonso o Cristiano Ronaldo. ¿Cómo es posible que hoy, en su propia ciudad, no sepamos quién fue Quiroga?
Quizás no es del todo inexplicable. Puede que, tras la muerte de Franco, las instituciones y asociaciones culturales se hayan dedicado a recuperar figuras que a su vez habían sido olvidadas durante la dictadura, y puede que ese esfuerzo de justicia se haya hecho en detrimento de otros personajes igualmente valiosos. Pero con todo y eso, no es fácil entender el olvido en que ha caído este gallego universal. Tenemos que empezar por saber quién fue Manuel Quiroga. Vamos allá:
Nació en abril de 1892, en la calle que hoy lleva su nombre. A los 11 años ofreció su primer concierto, en el Café Moderno. A los 14 recibió un violín Amati del S. XVII de Ramón de Mugártegui. Se desplazó a Madrid, donde curiosamente fue vecino de Mateo Morral, quien desde el piso de al lado trató de asesinar a los reyes de España en un atentado que Quiroga presenció desde el balcón. Tras unos años de estudios en Madrid, a los 17 llegó a París. Pasó la prueba de ingreso en el Conservatorio de aquella ciudad con el número 1 entre 141 aspirantes de todo el mundo.
Con 19 años ganó el Premio Internacional de Violín, siendo el más joven que lo consiguió. Al conocerse la noticia, Pontevedra entera salió a la calle a celebrarlo. Prudencio Landín, uno de los grandes amigos de Quiroga, cuenta que el padre del violinista venía anunciando con meses de anticipación que su hijo se haría con el premio, y con razón. Sucesivamente, gana sin discusión todos los concursos a los que se presenta.
Es preciso consignar que en aquellos principios del S. XX, los grandes instrumentistas acaparaban toda la atención que hoy se reparten actores, cantantes, faranduleros y deportistas. El cine daba sus primeros pasos, el deporte no era un espectáculo de masas, el rock no existía y la frivolidad del famoseo actual estaba muy lejos de ser inventada.
Por tanto, ser el mejor violinista del mundo, y Quiroga lo era, garantizaba ser catapultado al reconocimiento y la popularidad en su máxima expresión.
Su primera vuelta a Pontevedra, por esas fechas, fue celebrada por todo lo alto. Gente llegada de toda Galicia se acercó para recibir a Quiroga, quien ya se había convertido, aun no cumplidos los veinte años, en un personaje universal, cuya fama no dejaría de crecer en las décadas siguientes. Cerraron los comercios y las calles se alfombraron de flores, y entre vítores, pólvora y banderas, el chaval fue llevado a hombros hasta su casa, donde fue obligado a salir al balcón para seguir saludando a aquella legión de admiradores.
La prensa de todo el mundo hablaba de Quiroga en términos elogiosos. Y mientras era solicitado para ofrecer recitales por toda Europa, con 20 años grababa sus primeros discos y se consolidaba como un artista que volvía locos a los críticos y al público, los poetas loaban su grandeza, los fotógrafos corrían tras él, los mecenas ofrecían sus violines más valiosos para que fueran tocados por Manuel Quiroga, los compositores le dedicaban sus partituras y los pintores rabiaban por conseguir retratar a nuestro violinista.
Quiroga contribuía a todo ello con algo más que talento. Se dejaba querer y gozaba con aquella popularidad. Estaba dotado de un carisma especial muy apreciado por los periodistas y su propia imagen de juventud, con una espectacular melena y unos posados que décadas más tarde serían propios de Hollywood, encandilaban al público.
Reyes y presidentes se disputaban la amistad de Quiroga. En Londres ofreció un concierto ante Jorge V y Alfonso XIII. Tras el recital, Alfonso se acercó a él y le dijo: “Aquí no se habla más que de ti. Ni siquiera hablamos de lo de Tánger”.
Con el estallido de la I Guerra Mundial, y una rocambolesca detención acusado de espionaje en Austria, Quiroga realiza su primera gira por Estados Unidos. Allí consigue un éxito clamoroso. Es presentado en el hipódromo para dar cabida a las miles de personas que habían conseguido una entrada y su imagen y su nombre aparecen en un montón de productos como reclamo comercial. Tras su primer concierto, tuvo que repetir el programa hasta ocho días seguidos para atender la demanda de público. Fue rebautizado como “el nuevo mago del violín”. Durante su estancia en Estados Unidos tuvo también ocasión de impresionar a los grandes violinistas del momento. El New York Times publicó unas declaraciones realizadas por el violinista y compositor austriaco Fritz Kreisler. Acababa de escuchar a Quiroga interpretar una de sus propias composiciones: “Después de esto, no me atreveré a tocar mis obras”. El ruso Mischa Elman, otro gran intérprete, se retiró durante una temporada, deprimido tras escuchar a Quiroga. Elman, que contaba un año más que el pontevedrés, recibió tal impacto por el grado de excelencia alcanzado por su competidor, que no se atrevía a coger un violín.
Tras sus giras por todas las ciudades de Europa y Estados Unidos, Quiroga es reclamado en Sudamérica, donde su fama había llegado mucho antes que él. En 1926, por fin, consigue acomodar su agenda para realizar giras que lo llevan a México, Argentina, Brasil, Uruguay...
Allí es recibido con locura. En 1915 se había casado con una antigua amiga, la misteriosa Martha Lehman, de la que poco sabemos salvo que fue una eminente pianista que le acompañó durante gran parte de su carrera. Los éxitos y las giras de Quiroga por todo el mundo continuaron hasta el 8 de julio de 1937. Ese día, tras acompañar al pianista Iturbe a la estación de tren, Quiroga fue atropellado en Times Square, en Nueva York. Fue operado varias veces. Los médicos temían que perdiera una pierna, lo que finalmente no sucedió. Tras unos meses de convalecencia, un Quiroga aparentemente recuperado retomó su actividad. Pero de regreso en París, un buen día perdió la movilidad en un brazo. Ahí acabó su carrera como intérprete, con 45 años, reconocido internacionalmente como el mejor violinista de su tiempo. Dedicó el resto de su vida a intentar recuperar su brazo, un intento vano que además le costó toda su fortuna, gastada entre médicos y hospitales. Con su mano útil se dedicó a sus otras dos grandes pasiones, la composición y la pintura. Como compositor alcanzó igualmente un gran reconocimiento por la calidad de su producción, y como pintor y caricaturista realizó una obra más que digna.
Fue reconocido como Caballero de la Legión de Honor Francesa y la Orden de Alfonso X el Sabio, entre otras distinciones. Entre sus composiciones, escribió varias piezas de música popular gallega, una forma de demostrar el amor que sentía por su tierra. Poco antes de su muerte, aquejado por una enfermedad degenerativa, regresó a su Pontevedra. Murió en 1961, dejando la mayor parte de su obra y dos violines de incalculable valor al Museo de Pontevedra. No te molestes en ir a ver el legado de Quiroga, porque simplemente no está expuesto.
Ése es el señor del que nos hemos olvidado. Es una vergüenza que sea así, pero así es. Cierto que en alguna ocasión se ha hecho algo: algunas grabaciones suyas, como la que podemos escuchar aquí fueron recuperadas con ayuda institucional y se incluyó una figura suya en un conjunto escultórico. Poco o nada más.
Hoy son los familiares de Manuel Quiroga quienes se esfuerzan en recuperar su figura. En facebook tienen una página en la que vuelcan cada día material sobre el gran violinista, y a ellos debemos las imágenes que vemos aquí. Si no fuera por ellos, ni eso.
En 1918, cuando Quiroga tenía 26 añitos, los vecinos de la ciudad de Pontevedra (tus bisabuelos) decidieron, por aclamación, que la Calle del Comercio en que nació el violinista cambiara su nombre, pasando a llamarse Calle Manuel Quiroga. Casi un siglo después, nos hemos convertido en la ciudad que recuerda quién fue el Loro de Don Perfecto, pero no tiene ni idea de quién fue el más valioso de sus hijos. Y eso se llama traición. Traición a Manuel Quiroga, traición a nuestro pasado y traición a nuestros ancestros. Imperdonable. Vergonzoso.
Rodrigo Cota González.
Manuel Quiroga en Facebook.
Fotos cedidas por la familia de Manuel Quiroga
Y descubre a Manuel Quiroga.
Mientras te decides, puedes escuchar esta grabación del propio Quiroga interpretando una de sus composiciones: "Segunda Guajira". Arriba, "Autorretrato" de Manuel Quiroga.
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Seguro que cualquier chaval te preguntará en que equipo juega este Quiroga, pero al menos institucionalmente el violinista tiene una calle dedicada con placa en casa natal incluida, un conservatorio, un monumento escultórico...Lo que ya no sé es si van a celebrar algo en 2011 como apuntas.
ResponderEliminarDon Filiberto: La calle tiene el nombre de Quiroga desde que Quiroga tenía 26 años (1918), y se hizo a petición popular. De las dos esculturas que hay una también se hizo en vida de Quiroga. El conservatorio no se podía llamar de otra manera.
ResponderEliminarInstitucionalmente, lo único que se ha hecho desde la vuelta de la democracia, es poner una placa en su casa natal (que debería ser casa-museo, o bien tener una sala propia en el Museo de Pontevedra) e incluir su figura en un conjunto escultórico entre otros personajes. Como digo al final del artículo (vidavedra.es) institucionalmente se ha hecho mucho más por Ravachol que por Quiroga, y eso es terrible.
Los niños de Pontevedra no nacen sabiendo quién es Quiroga, y nada se hace desde las instituciones por que lo sepan. El 50 aniversario de su fallecimiento sería un momento único para rescatar y revalorizar la figura del Pontevedrés más internacional desde la Edad Media.
No creo que la intención de Quiroga al dejar su legado al Museo de Pontevedra fuera que permaneciera escondido en un sótano o encerrado en un archivo. Tristemente, hoy son los familiares de Quiroga los únicos que se ocupan, a su costa, de divulgar material sobre el insigne violinista y compositor. Han hecho más en seis meses en facebook que todas las instituciones en 35 años. Por tanto, institucionalmente nada de nada.
He de ser franco, no conocía a tal virtuoso, pero después de leer esta entrada y hacer búsquedas de más piezas interpretadas por él, me cuesta creer que no se le conozca ni en su propia ciudad (yo soy extremeño). A mí me ha impactado su talento y creo que, desde luego, merece más reconocimiento, muchísimo más.
ResponderEliminarUn saludo y mi más sincera enhorabuena por su blog.
Simple apreciación, traicionar es otra cosa, considero mas adecuado el termino olvido.O bien decir la ciudad que ignoró...El caso es que Ponteveda no traiciona.
ResponderEliminarEspero y creo que es de justicia que se recuerde y rinda homenaje al maestro y a Martha Lehmann, la pianista que acompañó durante muchos años los éxitos de Manuel.Me sumo a la petición.Gracias.
ResponderEliminarhttp://www.farodevigo.es/portada-pontevedra/2009/05/11/policia-busca-jovenes-destrozar-escultura-tertulia-plaza-san-jose/325592.html
ResponderEliminarCorchea, elegí exactamente la palabra que quise escribir. Independientemente de que el olvido puede ser una traición, y en este caso lo es, Pontevedra ha hecho mucho más que olvidar a Quiroga. Quiroga dejó un legado impresionante a Pontevedra, a través del Museo. No mostrar ese legado y ponerlo a disposición del pueblo de Pontevedra, es traición. Eso de que Pontevedra no traiciona es una linda frase, supongo, pero en este caso no se ajusta a la realidad.
ResponderEliminarEl caso es que, como dice Alejo Amoedo, que sabe lo que dice, Pontevedra debe un homenaje a Quiroga. Llámesele como se le llame (a mí me gusta traición), debemos más a Quiroga que él a nosotros, eso seguro.
El enlace que deja Anónimo es descriptivo de la situación. Ya escribí sobre eso en su día y lo achaqué precisamente a la ignorancia.
Quizás puedas convencerme que olvido en este caso es traición. Pero Glub las monjitas de Santa Clara son Pontevedra y nadie me va a convencer de que sean unas traidoras,bueno cuando mi boda llovió a chuzos pero eso fue olvido ya que se olvidaron de los güevos que les llebamos a la Santa.
ResponderEliminarAl parecer ayer el enlace a vidavedra.es no iba, por lo que muchos puede que no hayáis podido leer el texto completo. El problema ya está solucionado, por lo que os invito a leer el texto completo, pues lógicamente del primer párrafo que tengo aquí colgado puede que se hayan podido extraer interpretaciones erróneas.
ResponderEliminarCorchea, a pesar de la esterilidad del debate al que me quieres llevar, te podría poner el ejemplo de las monjas clarisas de Calabazanos (Palencia) y todo lo que han hecho por recuperar la figura de Diego Manrique.
ResponderEliminarNo obstante, cuando hablo de la traición de Pontevedra a Quiroga, por supuesto, me refiero a todos los que a nivel particular, asociativo o institucional pudieron hacer algo y no lo han hecho. No sé si eso incluye a las monjas y a sus huevos, supongo que no, pero la conclusión de mi texto es la que es: Pontevedra ha traicionado a Manolo Quiroga.
Hoy he podido ver su trabajo en vidavedra y me sumo a su petición. Disculpe usted si le pareció mal mi simple apreciación. Discrepo pero con respeto en alguna expresión que no comparto, como no comparto que es un debate esteril por que todos los debates dan sus frutos. Le comento mi impresión, el día ocho de este mes el mejor violinista Nobel y último premio Sarasate dió un concierto en el principal, se planteó a la filarmonica potenciar la figura de Manolo Quiroga y en ello están.
ResponderEliminarOtra cosa es que el principal desborde ante un taiwanés de quince años que nos hizo recordar con pasión a nuestro violinista. En un recorrido por su blog me llamó la atención su post sobre Fernández Flórez a continuación descubrí sus conocimientos sobre C.Colón. La pasada semana se presentó un libro en el museo sobre Fernández Floréz con muy poca asistencia. Lo que quiero decir y ya acabo, es que aunque seamos muy pocos los que sintamos pasión ahí estamos. Si me dicen que Pontevedra traicionó a Manuel Quiroga responderé con un rotundo no, y añadiré, ahí esta Rodrigo Cota.
Corchea:
ResponderEliminarCreo que en lo fundamental estamos de acuerdo. Gracias por su comentario.
Lo fundamental es lo importante, gracias a usted por sus trabajos.
ResponderEliminarGracias.Sabia de este niño prodigio y de su proyeccion a nivel mundial, pero nunca crei que pudiese escuchar una interpretacion suya.Ha sido un lujo.
ResponderEliminarEn vista de que el enlace que tenía a vidavedra parece no funcionar a veces, cuelgo aquí en texto completo.
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