De mineros y héroes.

Por Jano/Cota.

Antiguamente un héroe era un héroe. Hoy ya no hay héroes, quizás por eso nos vemos en la obligación de crearlos, y salen héroes de cada esquina.

Abundan los falsos héroes en ambientes deportivos. Va uno, gana un partido de fútbol y ya es un héroe. "Los héroes de la selección española", dicen, e incluyen hasta a los que no han salido del banquillo. Así tenemos a los héroes del equipo olímpico de hockey hierba, por ejemplo. Nadal es un héroe, Alonso es un héroe y Tiger Woods era un héroe hasta que estrelló su coche contra un árbol mientras escapaba de su esposa despechada, pasando en ese instante a ser un héroe caído, que es peor que ser un antihéroe.


Ahora nos han inventado a los 33 héroes de la mina de Atacama. Hay entre ellos el héroe líder, el héroe simpático, el héroe joven, el deportista, el veterano, el sindicalista, el religioso, el forzudo, el gruñón... Como los siete enanitos, que también eran mineros, pero a lo bestia. Pronto empezaremos a leer cosas como  "declaraciones exclusivas del minero glotón".


Un acto heroico requiere en primer lugar una posibilidad de elección. En una situación dada, el héroe elige realizar la acción que, a riesgo de su integridad o de su vida, considera justa y adecuada. No se cumple esa condición, ni mucho menos, en el caso de los mineros de Chile. Ellos estaban ahí y la mina se derrumbó. Lo que luego hicieron los mineros fue sobrevivir, algo para lo que la naturaleza los diseñó. Lo heroico era bajar a la mina a trabajar todos los días en unas condiciones de seguridad infames, no quedarse allí esperando el rescate, que es lo que hubiésemos hecho todos, principalmente porque era su única opción: esperar el rescate o la muerte. 


Yo, como héroe de ficción prefiero a Superlópez.



Nota: ésta es la primera de una serie de colaboraciones que aparecerán de cuando en cuando, con ilustración de Alejandro Viñuela, Jano y textos de Rodrigo Cota, señaladas con la etiqueta "Colaboración Jano/Cota".