Gerónimo

Gerónimo fue el nombre en clave que utilizaron para referirse a Bin Laden en la operación para asesinarlo. Personalmente me importa un carajo Bin Laden. Bien muerto está. Pero no sé quién elige esos nombres. Eso, aunque a primera vista parezca que carece de importancia, tiene siempre cierto valor simbólico.

Gerónimo fue el último jefe apache. El ejército mexicano asesinó a su mujer y a sus tres hijos. Pasó la mayor parte de su vida resistiendo a las tropas mexicanas y estadounidenses; cinco veces consiguió huir de sus carceleros y a la sexta el ejército de EEUU movilizó a 5.000 hombres para capturarlo. Gerónimo estaba entonces al frente de 24 apaches, de los que la mitad eran mujeres o niños. Mediante engaños lo llevaron a una reserva en Florida, a miles de kilómetros de aquellas tierras de las que habían expulsado a su pueblo.

Los últimos años de su vida fueron una humillación diaria: fue exhibido como un trofeo durante un desfile presidencial de Roosevelt; fue obligado a renunciar a sus creencias en una ceremonia vergonzosa y durante una feria internacional le dejaron ganar algunas monedas vendiendo autógrafos y dejándose fotografiar con turistas. Murió, dicen que alcoholizado, perdido su orgullo y el de su pueblo.

Y ahora, van y le ponen a Bin Laden su nombre. Era lo que le faltaba al pobre Gerónimo. Puestos a rebautizar a un asesino de masas como Bin Laden pudieron haber elegido otro nombre: Pol Pot, Hitler o George W. Bush, por ejemplo.